Si hay una pintura controvertida en la historia del Arte es ésa que conocemos indistintamente con los nombres de La Gioconda o Mona Lisa; su enigmática sonrisa, pasto de tantas elucubraciones, bastaría para meterla en ese apartado. Pero no es ése el único elemento que ha hecho correr ríos de tinta. El último en sumarse es la opinión expresada unos meses atrás por varios expertos acerca de un dibujo al carboncillo atribuido a la escuela de Leonardo da Vinci y que, dicen, podría ser el boceto de una versión desnuda de su célebre obra maestra. Se conoce como la Mona Vanna.
Vamos por partes. La Gioconda es el retrato de su esposa que Francesco del Giocondo, comerciante de telas y funcionario florentino, encargó al maestro Leonardo, de ahí uno de esos nombres. El otro es una derivación del de ella, que se llamaba Lisa Gherardini, más el añadido de mona, palabra que en italiano antiguo significa señora. Lo cierto es que esto no está probado y existen otras teorías sobre la identidad de la mujer retratada: una vecina del pintor, una dama florentina amiga o amante de Juliano de Médici, Isabel de Aragón (nieta de Ferrante de Nápoles)… Incluso hay quien dice que en realidad se trata de un adolescente con ropas femeninas.
Si hoy no lo tenemos claro tampoco pareció tenerlo el artista, que retocó su obra una y otra vez a lo largo de los años, pues nunca la entregó y, de hecho, se la llevó consigo a Francia cuando el rey Francisco I le ofreció ser su mecenas, instalándolo en el Castillo de Clos-Lucé; el soberano lo visitaba a través de un pasadizo que comunicaba ese lugar con el vecino Castillo de Amboise, donde él residía.
A la muerte de Leonardo, en 1519, y dado que no dejó herederos, el cuadro pasó a manos de Gian Giacomo Caprotti, alias Salai, su ayudante, quien se lo vendió a Francisco. Tras ir de un sitio a otro en los siglos siguientes, en 1797 se colocó en el Louvre, de donde ya sólo salió en dos ocasiones: cuando Napoleón lo colgó en su dormitorio del Palacio de las Tullerías y durante la Segunda Guerra Mundial, en que fue trasladado al Castillo de Amboise y luego a la abadía de Loc-Dieu para protegerlo.
Pasemos ahora a la Mona Vanna. Formaba parte de la colección renacentista del Museo Condé de Chantilly, institución que conserva el legado artístico del príncipe Enrique de Orleans (el hijo de Luis Felipe I), hoy propiedad del Instituto de Francia (una especie de Patrimonio Nacional francés). Consiste en un dibujo al carboncillo que se incorporó a la colección en 1862 y al principio se pensó que lo había hecho Leonardo en persona, aunque dos años más tarde los especialistas corrigieron eso y lo atribuyeron a su estudio.
Así que tradicionalmente se ha pensado que alguno de sus discípulos usó La Gioconda como modelo para hacer un desnudo. Sin embargo, en septiembre de 2017, después de meses de estudios, los conservadores del museo han llegado a la conclusión de que no es obra de aprendices sino del propio maestro, que si no lo hizo por entero al menos sí participó en parte. Para ello se basan en la extraordinaria calidad del rostro y las manos, lo que, según el curador Mathieu Deldicque, demostraría que no se trata de una simple copia.
Vamos por partes. La Gioconda es el retrato de su esposa que Francesco del Giocondo, comerciante de telas y funcionario florentino, encargó al maestro Leonardo, de ahí uno de esos nombres. El otro es una derivación del de ella, que se llamaba Lisa Gherardini, más el añadido de mona, palabra que en italiano antiguo significa señora. Lo cierto es que esto no está probado y existen otras teorías sobre la identidad de la mujer retratada: una vecina del pintor, una dama florentina amiga o amante de Juliano de Médici, Isabel de Aragón (nieta de Ferrante de Nápoles)… Incluso hay quien dice que en realidad se trata de un adolescente con ropas femeninas.
Si hoy no lo tenemos claro tampoco pareció tenerlo el artista, que retocó su obra una y otra vez a lo largo de los años, pues nunca la entregó y, de hecho, se la llevó consigo a Francia cuando el rey Francisco I le ofreció ser su mecenas, instalándolo en el Castillo de Clos-Lucé; el soberano lo visitaba a través de un pasadizo que comunicaba ese lugar con el vecino Castillo de Amboise, donde él residía.
A la muerte de Leonardo, en 1519, y dado que no dejó herederos, el cuadro pasó a manos de Gian Giacomo Caprotti, alias Salai, su ayudante, quien se lo vendió a Francisco. Tras ir de un sitio a otro en los siglos siguientes, en 1797 se colocó en el Louvre, de donde ya sólo salió en dos ocasiones: cuando Napoleón lo colgó en su dormitorio del Palacio de las Tullerías y durante la Segunda Guerra Mundial, en que fue trasladado al Castillo de Amboise y luego a la abadía de Loc-Dieu para protegerlo.
Pasemos ahora a la Mona Vanna. Formaba parte de la colección renacentista del Museo Condé de Chantilly, institución que conserva el legado artístico del príncipe Enrique de Orleans (el hijo de Luis Felipe I), hoy propiedad del Instituto de Francia (una especie de Patrimonio Nacional francés). Consiste en un dibujo al carboncillo que se incorporó a la colección en 1862 y al principio se pensó que lo había hecho Leonardo en persona, aunque dos años más tarde los especialistas corrigieron eso y lo atribuyeron a su estudio.
Así que tradicionalmente se ha pensado que alguno de sus discípulos usó La Gioconda como modelo para hacer un desnudo. Sin embargo, en septiembre de 2017, después de meses de estudios, los conservadores del museo han llegado a la conclusión de que no es obra de aprendices sino del propio maestro, que si no lo hizo por entero al menos sí participó en parte. Para ello se basan en la extraordinaria calidad del rostro y las manos, lo que, según el curador Mathieu Deldicque, demostraría que no se trata de una simple copia.
Deldicque añade que, en su opinión, se trata de un bosquejo preparatorio para un óleo -de hecho, Salai hizo una versión y Joos van Cleve otra- y apunta una serie de elementos que lo vinculan estrechamente con la Mona Lisa, a saber, la similitud de las citadas manos y cuerpo, el tener el mismo tamaño o la presencia de pequeños agujeros alrededor de la figura que habrían servido para trazar la silueta sobre un lienzo. A todo ello se podría sumar la confirmación, por parte del especialista del Louvre Bruno Mottin, de que el cuadro corresponde a comienzos del siglo XVI; se sabe que Leonardo empezó a pintar La Gioconda en 1503 y la terminó tres años más tarde (aunque, como decíamos antes, siguió trabajando en ella hasta 1517).
Ahora bien, Mottin pone una llamativa pega a la teoría de Deldicque: Leonardo era zurdo y se aprecia que el sombreado de la parte superior de la Mona Vanna, alrededor de la cabeza, fue hecho por un diestro. Por supuesto, eso no quiere decir que el famoso artista no tomara parte en su realización; pudo dibujar la figura y dejar el sombreado a un aprendiz ¿Hay solución para este nuevo misterio en torno a La Gioconda? Quizá la haya dentro de dos años.
¿Por qué? Porque en 2019 se celebrará el quinto centenario de la muerte de Leonardo da Vinci y todo apunta que se aprovechará la efeméride para anunciar la conclusión de esos estudios, sea en el sentido que sea. Entretanto, podemos ir saciando nuestra curiosidad con los análisis y las reproducciones por escáner que se han estado llevando a cabo últimamente, de alguna de las cuales dejamos testimonio gráfico aquí.
Ahora bien, Mottin pone una llamativa pega a la teoría de Deldicque: Leonardo era zurdo y se aprecia que el sombreado de la parte superior de la Mona Vanna, alrededor de la cabeza, fue hecho por un diestro. Por supuesto, eso no quiere decir que el famoso artista no tomara parte en su realización; pudo dibujar la figura y dejar el sombreado a un aprendiz ¿Hay solución para este nuevo misterio en torno a La Gioconda? Quizá la haya dentro de dos años.
¿Por qué? Porque en 2019 se celebrará el quinto centenario de la muerte de Leonardo da Vinci y todo apunta que se aprovechará la efeméride para anunciar la conclusión de esos estudios, sea en el sentido que sea. Entretanto, podemos ir saciando nuestra curiosidad con los análisis y las reproducciones por escáner que se han estado llevando a cabo últimamente, de alguna de las cuales dejamos testimonio gráfico aquí.
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