Balduino IV fue el sexto monarca
cristiano del reino de Jerusalén, quien reinó desde 1174 hasta su
muerte, en el año 1185, a la escasa edad de 24 años. El motivo de
su corta vida es que padecía lepra, una enfermedad incurable en la
Edad Media, además de ser una de las más temidas. Por ello era
conocido como Balduino IV el leproso, aunque también le llamaron El
Santo.
En primer lugar cabe destacar el
contexto histórico en el que nos encontramos: siglo XII, Oriente y
Occidente se encuentran inmersos en la época de las Cruzadas
(1095-1291), aquellas campañas militares impulsadas por el Papado
para recuperar Tierra Santa del infiel, principalmente contra los
musulmanes. Unos años después del inicio de la Primera Cruzada
convocada por el papa Urbano II, Jerusalén fue conquistada por los
cristianos, y Godofredo de Bouillon, nombrado su rey (aunque él
nunca se consideró como tal y prefirió que lo llamaran “Defensor
del Santo Sepulcro”). Desde aquel año (1099) quedó establecido el
Reino de Jerusalén, que perduró hasta el 1187, momento en el que
fue conquistado nuevamente por los musulmanes.
Balduino IV nació en Jerusalén en 1161, siendo hijo de Amalarico I e Inés de Courtenay. Según Guillermo de Tiro, era un niño agraciado física e intelectualmente, habilidoso en montar a caballo; era el heredero perfecto para el Reino. El príncipe fue educado en la corte, separado de su madre; a la muerte de su hermano, Balduino III, Amalarico, para ser nombrado rey, tuvo que divorciarse de ella y repudiarla. Su tutor fue Guillermo de Tiro, una de las grandes personalidades de la Edad Media, y quien tuvo el honor de escribir la historia de Jerusalén entre 1096 y 1184. Aunque todo parecía un cuento de hadas, por desgracia los acontecimientos lo desviaron hacia otro camino. Un día Balduino estaba jugando con sus amigos a pellizcarse las manos y los brazos, y como es normal, casi todos ellos se quejaban por el dolor, excepto el príncipe. Guillermo de Tiro, quien los observaba, al principio pensó que Balduino se estaba aguantando, pero tras examinarlo se dio cuenta de que no tenía sensibilidad alguna.
“Mientras jugaba con otros niños
nobles, y mientras entre ellos se pellizcaban en manos y brazos como
hacen a menudo cuando juegan, los otros gritaban cuando eran heridos,
mientras que Balduino lo soportaba con gran paciencia y sin muestras
de dolor, como alguien acostumbrado a éste, pese a que sus amigos no
respetaban especialmente su condición principesca en sus juegos.”
Después de esto, Guillermo examinó al
niño:
“Percibí que la mitad de su mano y
brazo estaban muertas, de forma que no podía sentir en absoluto el
pinchazo, o ni siquiera si era mordido.”
Guillermo informó al rey y los médicos
de la corte examinaron al niño, quienes concluyeron que Balduino
padecía lepra.
La lepra es una enfermedad infecciosa
causada por la bacteria Mycobacterium leprae y que provoca úlceras
cutáneas, daño neurológico y debilidad muscular que empeora
progresivamente, pudiendo producir ceguera y, finalmente, la muerte.
Es conocida desde tiempo bíblicos, y se sabe seguro que estaba
presente el Mediterráneo oriental 1000 años de las Cruzadas. Era
muy temida por la desfiguración y discapacidad física que provoca,
y siempre se ha evitado el contacto con los leprosos. Sin embargo, es
una enfermedad muy poco contagiosa, que presenta un periodo de
incubación muy largo. De hecho, es menos contagiosa que la viruela,
el cólera o el sarampión.
La lepra presenta dos formas: la tuberculoide y la lepromatosa, siendo esta la forma más grave, pues produce protuberancias e hinchazones. No está muy claro, pero es posible que Balduino padeciera esta última forma. Durante la Edad Media se pensaba que su contagiosidad aumentaba en lugares sucios, que era provocada como castigo a los pecados o que se transmitía por vía sexual. No obstante, el caso de Balduino desmiente estas creencias. Posiblemente, el príncipe contrajo la enfermedad por un criado.
La lepra presenta dos formas: la tuberculoide y la lepromatosa, siendo esta la forma más grave, pues produce protuberancias e hinchazones. No está muy claro, pero es posible que Balduino padeciera esta última forma. Durante la Edad Media se pensaba que su contagiosidad aumentaba en lugares sucios, que era provocada como castigo a los pecados o que se transmitía por vía sexual. No obstante, el caso de Balduino desmiente estas creencias. Posiblemente, el príncipe contrajo la enfermedad por un criado.
Esto planteó un gran problema a
Amalarico: era posible que Balduino muriera antes de llegar a ser
rey, y daba por sentado que nunca podría tener heredero alguno,
¿quién lo sucedería entonces? Rápidamente, las miradas se fijaron
en la hermana de Balduino, Sibila, nacida un año antes. Era, por
tanto, fundamental conseguir un buen matrimonio para Sibila. Sin
embargo, Amalarico murió poco después (1174), con tan solo 33 años
de edad, sin haber casado a su hija mayor. En este momento, y a pesar
de su enfermedad, Balduino fue coronado rey por decisión unánime
del Alto Consejo de Jerusalén como Balduino IV. Como aún no había
alcanzado la mayoría de edad, Miles de Plancy asumió la regencia,
primero, y Raimundo III de Trípoli después.
Raimundo era partidario de un política
conciliadora y apaciguadora con los musulmanes, firmando la paz con
Saladino en 1175. Este acuerdo favoreció enormemente al sarraceno,
pues así Jerusalén decidió no ayudar a las tropas sicilianas que
estaban atacando la base de Saladino en Egipto, permitiéndole
conquistar Siria y, posteriormente, encauzar su marcha hacia Tierra
Santa. Asimismo, Raimundo casó a Sibila con Guillermo de Monferrato
(primo hermano del rey de Francia, Luis VII, y del emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico), nombrándoles condes de Jaffra y
Ascalón. Desgraciadamente, Guillermo murió un año después,
quedando Sibila embarazada.
Finalmente, en 1176, Balduino asumió
todo el poder que le confería el trono. En este tiempo su salud
había empeorado bastante y mostraba ya signos más que evidentes de
lepra. A partir de este momento, la corte se fue llenando de nobles
deseosos de conseguir poder dado que creían que el monarca moriría
pronto. Balduino encontró un gran partidario en su tío materno
Joscelino III, conde de Edesa, quien carecía de aspiraciones al
trono, por lo que fue nombrado senescal.
Una de sus primeras grandes acciones
fue rechazar la paz firmada por Raimundo. En otoño de 1176 planeó
atacar la base de Saladino en Egipto. Jerusalén, en general, carecía
de una buena flota naval, por lo que Balduino decidió enviar a
Reinaldo de Châtillon a Constantinopla como emisario para pactar una
alianza con el Imperio Bizantino. El trato fue un éxito, y Reinaldo
fue recompensado con un matrimonio con Estefanía de Milly, por lo
que recibió los títulos de señor de Kerak y Transjordania. A pesar
de que todo marchaba sobre ruedas, Guillermo de Monferrato (hombre
clave en la operación) murió ese mismo año, y además la salud del
monarca empeoró notablemente, por lo tuvo que suspenderse.
En agosto de ese mismo año, Felipe de
Flandes, primo hermano de Balduino, llegaba a Jerusalén como
cruzado. El rey vio en él la oportunidad de salvar la misión, por
lo que le ofreció la regencia hasta que él se recuperase. Sin
embargo, Felipe no estuvo de acuerdo con los términos y lo rechazó.
Los embajadores bizantinos, por su parte, se volvieron escépticos
ante el éxito de la operación y retiraron su apoyo, por lo que
finalmente todo el tinglado se canceló. Nunca más tendrían los
Cruzados una oportunidad así para asestarle un gran golpe a
Saladino.
Poco después, Felipe de Flandes se
llevó a su ejército al norte del reino, donde se unió Raimundo de
Trípoli con sus tropas. La capital, por lo tanto, quedó totalmente
desprotegida; muy pocos soldados quedaron en la ciudad y, además, la
salud del rey empeoró aún más, si cabe. Saladino vio su
oportunidad, por lo que envió al grueso de su ejército, 26.000
hombres, contra Jerusalén.
Balduino, al que creían lanzando sus últimos estertores, se vio obligado a preparar a sus escasos 2.000 hombres para la batalla, refugiándose en Ascalón. Mientras tanto, Saladino y su ejército continuaban inexorables hasta la capital. El líder musulmán, confiado en su victoria, permitió que sus hombres se extendieran en una gran área. En la colina de Montgisard, a tan solo 72 kilómetros de Jerusalén, Balduino atacó la retaguardia de los sarracenos. Los cristianos, por su parte, hicieron de tripas corazón dada la magnitud del ejército enemigo.
Contra todo pronóstico, el ejército de Saladino fue prácticamente aniquilado, y él mismo casi resulta capturado (huyó en un camello de carreras). La sorpresa fue el factor clave: los musulmanes estaban dispersos, muchos desarmados, por lo que no pudieron hacer frente a la embestida cristiana. Balduino atribuyó gran parte del triunfo a la intervención de Dios, por lo que erigió en el lugar de la batalla un monasterio dedicado a Santa Catalina de Alejandría, en cuyo día se produjo la victoria (25 de noviembre).
Balduino, al que creían lanzando sus últimos estertores, se vio obligado a preparar a sus escasos 2.000 hombres para la batalla, refugiándose en Ascalón. Mientras tanto, Saladino y su ejército continuaban inexorables hasta la capital. El líder musulmán, confiado en su victoria, permitió que sus hombres se extendieran en una gran área. En la colina de Montgisard, a tan solo 72 kilómetros de Jerusalén, Balduino atacó la retaguardia de los sarracenos. Los cristianos, por su parte, hicieron de tripas corazón dada la magnitud del ejército enemigo.
Contra todo pronóstico, el ejército de Saladino fue prácticamente aniquilado, y él mismo casi resulta capturado (huyó en un camello de carreras). La sorpresa fue el factor clave: los musulmanes estaban dispersos, muchos desarmados, por lo que no pudieron hacer frente a la embestida cristiana. Balduino atribuyó gran parte del triunfo a la intervención de Dios, por lo que erigió en el lugar de la batalla un monasterio dedicado a Santa Catalina de Alejandría, en cuyo día se produjo la victoria (25 de noviembre).
Mientras tanto, la mortal enfermedad
que padecía el rey lo iba consumiendo. Quedó ciego y sus miembros
inutilizados. Aunque nunca se excusó de sus labores como soberano,
Balduino intentó varias veces abdicar, pero tuvo que desistir ya que
no encontraba a nadie adecuado para sustituirlo. Por lo tanto, se
centró en casar a su hermana, Sibila, ya que sería ella quien
heredaría el trono. Planeó casarla con Hugo III de Borgoña, pero
fracasó. Era fundamental que Sibila casara con un occidental.
Finalmente, Guy de Lusignan fue el elegido (1180). Este era muy amigo
de Reinaldo de Châtillon, quien era muy dado a asaltar las caravanas
musulamanas que viajaban entre Egipto y Damasco.
Dos años después, en 1182, Balduino
se encontraba al borde de sus capacidades, por lo que decidió
nombrar a Guy regente. Sin embargo a ninguno de los nobles les
gustaba Guy, al que consideraban muy afeminado e incapaz de reinar.
En 1183, durante las celebraciones de boda de Hunfredo IV de Torón e
Isabel en el castillo de Belvoir, hermanastra de Balduino, Saladino
asedió la fortaleza. El rey, portado en una camilla, consiguió
romper el sitio con las pocas fuerzas que tenía, aún cuando Guy se
negó a luchar; por ello, Balduino le depuso como regente. Una vez
más, en el asedio del castillo del Kerak (1184), Balduino fue
transportado en camilla para socorrer la fortaleza, y una vez más,
Saladino se retiró.
Para evitar que su hermana, y por
tanto, Guy, heredara el trono, Balduino decidió nombrar a su sobrino
su sucesor. Este fue protegido por Raimundo III de Trípoli y contó
con el apoyo de su abuela, Inés. En noviembre de 1183, Balduino
coronó a su sobrino como co-rey. Posteriormente, el monarca trató
de conseguir la anulación del matrimonio de Sibila, pero le fue
imposible.
Durante estos años, Balduino se había
debilitado demasiado. Cuando por fin se encontraba en su lecho de
muerte, trató de dejar todos los cabos sueltos bien atados: Raimundo
de Trípoli sería regente hasta que su sobrino alcanzara la mayoría
de edad. En la primavera de 1185, Balduino IV de Jerusalén moría.
Tenía 24 años, poco para una persona sana, mucho para un leproso en
su época. A pesar de sus intentos, Balduino IV no duró mucho en el
trono (1186), heredando el reino su Sibila y Guy, quienes lo
perdieron en la batalla de Hattin contra Saladino, en 1187.
Balduino cargó con la responsabilidad
de su reino hasta el final, aún cuando los dolores de la enfermedad
le consumían constantemente. El rey fue un caso de que la enfermedad
se “cebó” con él: presentaba úlceras por todo el cuerpo, era
incapaz de articular sus miembros, sus manos parecían garras y su
cara quedó completamente desfigurada. Sin embargo, es un ejemplo a
seguir, pues a pesar de las dificultades que la suerte o la vida le
pusieron por delante, Balduino siempre atendió sus labores y
antepuso el bien común al suyo propio.
Comentarios
Publicar un comentario