Así funcionaba en la Edad Media el hospital más antiguo del mundo...curando desde hace 1.400 años
El Hôtel-Dieu fue fundado por el
obispo Landerico el 26 de junio del 651, en París, 500 años antes
de que se comenzara a construir Notre Dame a escasos quinientos
metros, y ha funcionado ininterrumpidamente hasta hoy.
En noviembre de 2013, ABC informaba a
sus lectores de la intención de François Hollande de «desmantelar
implacablemente el hospital más antiguo y legendario de París».
En
realidad, el Hôtel-Dieu era el centro hospitalario más viejo del
mundo, ya que ha estado atendiendo a sus pacientes
ininterrumpidamente desde que comenzó a funcionar en el siglo VII, a
quinientos metros de la catedral de Notre Dame. El presidente alegaba
que estaba en crisis desde hace años, «pero sus servicios de
urgencia prestaban unos servicios que no es exagerado calificar de
míticos», aseguraba nuestro corresponsal.
Para que se hagan una idea, cuando el
Hôtel-Dieu fue fundado por el obispo Landerico el 26 de junio del
651, aún faltaba medio milenio para que la famosa catedral comenzara
a construirse. Y cuando sufrió su incendio en abril del año pasado,
el histórico hospital todavía seguía prestando servicio. Hollande
no consiguió desmantelarlo del todo por la presión de los
sindicatos y del personal sanitario. De hecho, fueron dos de sus
otorrinolaringólogos quienes detectaron, hace unas semanas, que la
pérdida del olfato era uno de los síntomas que podía padecer un
paciente con coronavirus.
Nuestra mirada está puesta en el
funcionamiento de los hospitales y el enorme sacrificio de su
personal sanitario desde que comenzó la pandemia en enero. Todos los
días aplaudimos a las 20.00, pero, ¿alguna vez nos hemos preguntado
cómo era esta labor en la Edad Media y con qué instalaciones
contaban los médicos? «Hoy en día, el hospital se considera la
institución más importante en lo que respecta a la atención médica
tanto para pobres como para ricos. Y a menudo se asume que siempre
fue así, pero hasta hace poco, la mayoría de la gente, sobre todo
si estaba enferma, habría luchado por no ser ingresado en un
hospital, el cual se asociaba con la pobreza y la muerte», apuntaba
Lindsay Granshaw en su libro «The Hospital in History» (Routledge,
1989).
No era el caso del Hôtel-Dieu,
considerado uno de los mejores hospitales de toda la Edad Media. Los
sabemos porque aún hoy existe una gran cantidad documentación
histórica, debido precisamente a que comenzó siendo una institución
filantrópica que pronto se convirtió en un centro sanitario de
beneficencia pública. Durante más de catorce siglos, continuó
siendo la piedra fundacional y el cimiento de todo el sistema
hospitalario de la capital de Francia. De ahí que el mérito de
desmantelarlo sea cuanto menos dudoso, en referencia a Hollande.
Muchos autores han descrito a este y
otros hospitales medievales como un espacio implantado para realizar
una labor de caridad pública y gratuita, para aliviar el sufrimiento
y disminuir la pobreza de la gente. En esto, el Hôtel Dieu fue un
modelo y una excepción a la vez. En sus orígenes contó con la
ayuda de un grupo de mujeres que, voluntariamente, prestaban sus
cuidados a los enfermos, débiles, huérfanos, ancianos y desvalidos.
En el siglo XII, estas mujeres se constituyeron como orden religiosa
adscritas a la orden de San Agustín y siguieron prestando sus
cuidados en el centro hasta la Revolución Francesa.
Hasta ese siglo XII, la considerada
primera etapa de la configuración de los hospitales para el
historiador Mirko Grmek, los médicos y enfermeros seguían la
«Regula Benedicti», dictada siglos atrás por San Benito de Nursia:
«Debemos ocuparnos con preeminencia de los enfermos, debemos
servirles como si se trataran de Jesucristo, puesto que Él ya dijo:
“Estuve enfermo y vosotros me cuidasteis”. Y también: “Lo que
hayáis hecho a uno de estos pobres, me lo habréis hecho a mí”.
Por consiguiente, ha de ser obligación personal que los enfermos no
sean descuidados en ningún caso, sea cual sea su estado y
condición”».
Maternidad
Esta regla evidenciaba que la
importancia de la religión en la asistencia. Se puede decir que la
mayoría de los hospitales eran instituciones más eclesiásticas que
médicas, en las que se ingresaba y aislaba a los enfermos para
brindarles más alivio que intenciones de curarles. El amor y la fe
eran aspectos más importantes que las habilidades y destrezas
científicas de los sacerdotes y el personal sanitario. Sin embargo,
en el siglo XIII, el Hôtel-Dieu ya contaba con cuatro salas
principales para pacientes en diversos estadios de su enfermedad, que
eran divididos por su mayor o menor gravedad. A esta se sumaba otra
sala para los que estaban en fase de recuperación y una más para
maternidad.
Tan especial era el cuidado que los
pacientes recuperados solían permanecer voluntariamente varios días
más para trabajar en la granja o en la huerta en agradecimiento al
personal. La gran mayoría de los hospitales de la Edad Media no
fueron gestionados tan eficientemente como el Hôtel Dieu. A partir
de 1136, solo estuvo a su altura el hospital del Pantokrátor,
fundado por el emperador bizantino Basilio Juan II a orillas del
Bósforo: tenía 50 camas repartidas en cinco departamentos: 10 para
enfermedades quirúrgicas, ocho para enfermos agudos, 10 para
enfermos masculinos, otras tantas para mujeres y, finalmente, 12 para
enfermedades ginecológicas y partos. Y cada uno contaba con dos
médicos, cinco cirujanos y dos enfermeros o sirvientes, todos bajo
las órdenes de dos médicos jefes.
Ambos hospitales contaban, eso sí, con
un departamento ambulatorio, de manera que muchas enfermeras se
desplazaban a casa de los pacientes más pudientes para tratarlos. Y
tenían también una farmacia, un baño propio, un molino y una
panadería. Un lujo de instalaciones que eran, obviamente, no se
daban en prácticamente ningún centro sanitario del mundo. Por eso
al Hotel-Dieu iban siempre los mejores médicos del país. Y a lo
largo de sus 1.400 años de vida, han trabajado en él los mejores
especialistas de la historia. Véanse, por ejemplo, Jean-Nicolas
Corvisart, médico personal de Bonaparte y uno de los cardiólogos
más famosos del planeta en su momento; Ambroise Paré, padre de la
cirugía, la anatomía, la teratología y la sanidad militar; Pierre
Joseph Desault, doctor personal del hijo de Luis XVI; Guillaume
Dupuytren, el primer especialista que extirpó el maxilar inferior y
drenó exitosamente un absceso cerebral; Armand Trousseau, cuyas
obras sobre medicina clínica y terapéutica tuvieron gran
repercusión en el siglo XIX, y el famoso biólogo, anatomista y
fisiólogo francés Xavier Bichat, que murió precisamente al caer
por las escaleras del hospital.
Calefacción
El Hôtel Dieu sufría, por supuesto,
algunas de las penurias de la oscura Edad Media, por ejemplo, en lo
que respecta a la alta demanda. En ocasiones cada cama podía ser
ocupada por dos pacientes, algo común en la mayoría de los
hospitales del mundo, donde la peste y las enfermedades contagiosas
eran, generalmente, más letales para los cruzados que las espadas de
los Sarracenos. Según aparece representado en las ilustraciones de
varios artistas de la época, algunas de las camas estaban separadas
por telas que nunca se lavaban y que, por lo tanto, facilitaban la
expansión de las infecciones y entorpecían la ventilación.
En nuestro hospital parisino, las
habitaciones eran calentadas, por lo menos, con enormes fogones y
estufas de carbón vegetal. Y las prendas de los enfermos eran
guardadas en un cuarto cerrado para lavarlas y arreglarlas antes de
ser devueltas. La organización de este centro se puede decir que era
similar a la de los hospitales modernos, con un jefe en cada
departamento. Y así continuó hasta nuestros días. Como dijo el
cirujano francés Jacques-René Tenon en 1788: «Nosotros tenemos en
Paris un hospital único en su género; ese hospital es el
Hôtel-Dieu, en el que se atiende a cualquier hora sin excepción de
edad, sexo, país, religión; fiebres, diarreas, contagiosos y no
contagiosos, a los locos susceptibles de tratamiento, a las mujeres,
a los niños y a las embarazadas; es el hospital de los hombres y los
enfermos».

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