El 31 de julio de 1938. Ese día la
policía franquista y la Gestapo –policía secreta nazi–
acordaron un protocolo de actuación para agilizar los procesos de
extradición y el intercambio de información sobre sus enemigos
comunes, los enemigos del nacionalcatolicismo y el nazifascismo. A
partir de ahí, la comunicación no se cortó, sino más bien, se
intensificó. En una de las cartas, Madrid admite que se
"desentiende" de la suerte que puedan correr los españoles
que todavía no han sido capturados por la Francia ocupada y
devueltos a España.
Pero el día 'D' estaba aún por
llegar. El mismo día en el que el ministro español de Gobernación
Ramón Serrano Suñer visitaba Berlín, el Reich emitió una orden
que despejó el camino para que miles de presos españoles acabarán
en campos de concentración.
"Es ridículo pensar que todo
responde a una casualidad", apunta el autor del libro, el
periodista e investigador Carlos Hernández, quien no duda de que
"Hitler hizo el trabajo sucio a Franco para que el dictador
español se pudiera librar de los ciudadanos que consideraba sería
peligroso que volvieran a España". En el libro se mencionan
además distintos documentos que demostrarían que Alemania informó
"puntualmente" de sus planes de deportar a los españoles
capturados en el país galo.
Lo desalentador viene a continuación.
Según el relato de Carlos Hernández, Franco tuvo en sus manos la
posibilidad de salvar a muchos españoles de una muerte segura y no
lo hizo. "El régimen español tuvo capacidad de decisión sobre
el destino de los españoles. Es más, salvó a dos personas que
tenían vínculos con los franquistas. Lo intentó con algunos otros
pero la respuesta que llegó desde Alemania es que ya era tarde.
Estaban muertos", explica.
Pero ¿quiénes eran esos españoles?
El escritor perfila tres grupos: los que sirvieron en las filas del
Ejército francés en la Segunda Guerra Mundial, miembros de la
Resistencia, y los hombres, mujeres y niños refugiados en la pequeña
ciudad francesa de Angulema y que formaron parte del 'Convoy de los
927'. En total, más de 9.000 españoles, de los que 5.180 murieron,
330 figuran como desaparecidos y 3.800 sobrevivieron. Como el
murciano Francisco Griéguez, que a estas alturas todavía sigue sin
poder conciliar el sueño y cuyo testimonio se incluye en el libro
Los últimos españoles de Mauthausen
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