Los orígenes
Aunque lógicamente hay versiones diversas sobre el origen de los dioses y del universo físico, los griegos tomaron la Teogonía de Hesíodo, una historia épica sobre el orden divino compuesta en torno al año 700 a.C.
Antes de entrar en consideraciones sobre la cosmogonía hesiódica, puede ser útil plantear un cuadro acerca de cómo los griegos arcaicos se imaginaban el mundo. Empezaron con la noción que suelen tener los pueblos arcaicos, es decir, la forma real se corresponde con aquella que se presenta ante aquel que observa desde un punto de vista concreto y específico. En suma, a no ser que se esté encerrado entre largas hileras de colinas como un egipcio, o confinado en una isla o archipiélago como los habitantes de las islas del sur del Pacífico, podría parecer que el mundo tiene la forma de un disco circular, más o menos nivelado, a excepción de las montañas o colinas que aparezcan en él y cubierto por ese techo, o cúpula, inmenso que es el cielo.
Se puede ver cómo el sol y las estrellas se alzan sobre el horizonte por un lado, mientras que se ponen y desaparecen por el otro. Como siempre se alzan por el mismo lado, por el este, se puede suponer que siempre hacen el mismo camino, ya sea por debajo de la tierra o por una ruta oculta. Ésta es justo la más antigua representación que los griegos se hicieron del mundo, la que presuponen las leyendas más arcaicas y que sobrevive de manera un tanto inconsistente en las versiones posteriores.
Para decirlo de un modo más concreto, los griegos suponían que los límites de ese disco de tierra eran los que demarcaba la corriente de Océano (Okeanos), que no era un océano en el sentido moderno de la palabra, sino un río enorme que fluía en círculos alrededor de la tierra.
El cielo era para ellos un techo o una cúpula, y en algunas ocasiones pensaron que era de bronce o de hierro.
Se levantaba sobre la tierra a una altura considerable, pero no era una distancia inconmensurable. La morada de los dioses era a veces el propio cielo, a veces el monte Olimpo, en la frontera nororiental de Grecia. Bastaba con sumar tres montañas, una encima de la otra, como hicieron los gigantes Alóadas cuando se rebelaron contra los dioses , para construir una escalera que llegara hasta el cielo.
La historia de la ascensión de Faetón en el carro del Sol , sólo a modo de ejemplo, implica que si uno lograba viajar hasta el confín de oriente, podría llegar al lugar en el que el cielo y la tierra se tocan y desde donde el dios del sol comienza su ascenso. El confín occidental, en cambio, donde el sol se pone, era un lugar de oscuridad, en cuyas proximidades se encontraba una entrada al Hades -como veremos en relación con la narración de Homero de la visita de Odiseo al mundo de los muertos -.
Generalmente el Hades era representado como un dominio lóbrego en algún lugar lejano debajo de la tierra, y se podía llegar hasta él a través de alguna de las profundas grietas que hay entre los estratos de las rocas de Grecia, katabothra como las llamaban en griego: había una muy célebre en Ténaro, en el sur del Peloponeso.
Todo esto aparece con frecuencia en los mitos de Orfeo, Heracles y de otros héroes de los que se contaba que, pese a estar vivos, habían realizado incursiones a las profundidades del Hades por esas ruta
Comentarios
Publicar un comentario