El gran interés que despierta la
figura de Hitler se debe precisamente a los ribetes de su
extraordinario tipo de personalidad y su halo de impenetrabilidad.
Hitler poseía un extraordinario carisma capaz de envolver no sólo a
las personas, sino también a las masas, además de poseer una gran
oratoria gesticular muy estudiada y una capacidad de liderazgo
notable; pero quien haya permanecido con él diría lo mismo que
opinó su ministro y arquitecto Albert Speer: «Nunca llegué a
conocerlo».
Ciertos psicoanalistas, como por
ejemplo Arno Gruen, parten de la premisa de que la relación de
Hitler con su padre estaba dominada por la violencia. Su madre en
cambio lo habría «endiosado». Dado que sus tres hermanos mayores
habían muerto poco antes del nacimiento de Adolf, su madre siempre
habría temido perder también a su cuarto hijo.
Esta relación tensionada habría
tenido una influencia determinante sobre el desarrollo de la
personalidad de Hitler: la madre no habría podido proteger al hijo
de los castigos por parte del padre, más sin embargo lo habría
endiosado, de manera compensadora, utilizándolo así en un juego de
poder en contra de su padre. El niño habría experimentado a su
madre como una persona débil y digna de desprecio, tal como la
habría percibido su padre. Al mismo tiempo, el hijo habría deseado
proteger a la madre en contra del padre.
Esta situación habría precipitado al
niño a determinados conflictos interiores, a los que solamente
habría podido esquivar alienándose de sí mismo y de sus
necesidades. A causa de esta alienación se habría desarrollado una
identidad muy débil. El vacío interior habría sido rellenado por
fantasías violentas y poses superpuestas. Aparte de esta
interpretación, numerosas obras psicológicas tratan de diversas
enfermedades psíquicas de Hitler.
Hitler era en sí un individuo muy
autosuficiente y solitario. Muy pocas personas integraban su séquito
personal, se pueden citar a Albert Speer, el fotógrafo Heinrich
Hoffmann, Martin Bormann, Wilhelm Bruckner, Joseph Dietrich, Joseph
Goebbels, Julius Schaub, Julius Schreck y el arquitecto Geisler y sus
secretarias personales. A ellos les exigía lealtad a toda prueba y
discreción.
Según algunos historiadores, Hitler
fue vegetariano, si bien otros lo descartan, no fumador,
abstemio (dato también cuestionado por algunos historiadores),
ecologista, se dice que promulgó las primeras leyes de la
historia que penaban el maltrato a los animales, aunque la verdad es
que las primeras leyes contra el maltrato animal ya proceden del
Imperio romano. Se dice que no permitía a sus colaboradores fumar ni
beber delante de él.

Hitler jamás visitó una ciudad bombardeada, un campo de concentración o un hospital[cita requerida] (la única excepción fue para visitar a las víctimas del atentado del 20 de julio). Un fiel ejemplo de este aspecto es que Hitler se negó a ver las fotos y filmaciones de las ejecuciones de los involucrados en el atentado ejecutado por Claus von Stauffenberg hacia su persona en 1944.
Una de las características más
relevantes de la personalidad de Hitler era la capacidad de
impresionar (fascinar), encantar, manipular y subyugar a quienes lo
rodearan; había personas que podían ser muy fuertes y seguras en
sus campos de acción, pero en presencia de Hitler estas
personalidades se veían disminuidas y manipuladas hasta el
servilismo; por ejemplo, Hermann Göring expresó al ministro de
finanzas Schacht que:
Cada vez que estoy frente al Führer
siento el corazón en un puño.
Hitler, era muy poco proclive a
demostrar algún rasgo emocional o demostrar afinidad hacía alguien
cuando se tomaba fotografías en presencia de personas de su
confianza y aceptación; en cambio si demostraba una faceta muy
humana en presencia de niños, sobre todo cuando era visitado en
Berghof.
Hitler demostraba además
insensibilidad y falta de escrúpulos cuando se trataba de deshacerse
de enemigos y/o sacrificar soldados; se puede citar como ejemplo la
destrucción del 6º Ejército alemán en Stalingrado.
En su vida sentimental, muy discreta,
se asocian los nombres de Geli Raubal, María Reiter, Eva Braun,
quien fue su amante, Unity Mitford e Inga Ley. Leni Riefenstahl, una
de las más sindicadas en su momento, negó haber sido amante de
Hitler. Hitler era muy celoso y no permitía a casi nadie inmiscuirse
en esos temas. Albert Speer en sus memorias señaló que Hitler
mostraba un trato desconsiderado, opresivo y vejatorio a Eva Braun.
Respecto de la orientación sexual de
Hitler mucho se ha escrito[cita requerida] debido a su vínculo
inicial con Ernst Röhm, pero las evidencias indican que Hitler era,
sin lugar a dudas, heterosexual.
Una de las secretarias personales de
Hitler, Traudl Junge, describió así la energía que emanaba de la
persona de Hitler:
Cuando estaba presente (Hitler), todo
el edificio bullía de actividad, todos corrían, los teléfonos
sonaban, los radioespectadores no cesaban de enviar y recibir notas
de comunicados (...) Cuando él estaba ausente, todo volvía a una
monótona normalidad, Hitler era como una especie de dinamo.
Junge describió a Hitler como una
persona que presentaba dos personalidades: una muy considerada y
afable, y otra muy fría, iracunda y avasallante en extremo,
apasionada y calculadora.
Cita Junge en sus remembranzas:
Hitler era vegetariano, gustaba del té
y además no soportaba el calor; no se podía fumar en su presencia y
hacía climatizar sus ambientes a no más de 11 °C de temperatura.
Otro de los aspectos es que a Hitler le gustaba escuchar chismes,
pues lo distraían de su realidad. Además, Hitler se acostaba muy
tarde, a las tres o cuatro de la madrugada, y se levantaba también
muy tarde, entre las 10:00 y las 11:00 horas; el personal militar de
la primera planta se acostaba en torno a la medianoche, terminada la
última reunión de guerra de cada día y se levantaba hacia las
siete.
Para los miembros cercanos a Hitler,
Keitel, Lammers y Bormann, Hitler predicaba con el ejemplo pagando
sus propios costes personales sin derogar ningún fondo del Estado.
Los ingresos de Hitler, hábilmente administrados por su secretario
personal Martin Bormann, sucesor de Rudolf Hess, provenían de los
derechos por su imagen postal y por su libro Mein Kampf. [cita
requerida]
Otro de los rasgos característicos de
Hitler era su desprecio por la debilidad ante el enemigo y por éste,
sobre todo al judaísmo y en segundo grado al comunismo, su
impulsividad y su obcecación por las metas sin importar el costo que
tuvieran. Por ejemplo: cuando Brauchistch le solicitó la retirada
estratégica de Moscú, Hitler se encolerizó diciendo:
¡No me podéis quitar Moscú!, ¡quiero
Moscú!.
Un ejemplo de su aparente flexibilidad
es cuando cedió ante Himmler por la deportación de los holandeses a
Polonia, en pro de aumentar primeramente el contingente de las SS.
Albert Speer llegó a emitir el
siguiente comentario al respecto:
En el lugar donde debía haber un
corazón en el pecho de Hitler, había un gran hueco.
Cuando le tocaba tratar temas variados
sobre aspectos técnicos o militares, mostraba un acabado
conocimiento de estos, llegando a sorprender a sus interlocutores.
Hitler era muy condescendiente con
quienes mostraban valor y arrojo en combate; llegó a diseñar él
mismo la Cruz de Brillantes, Espadas y Robles para Hans Ulrich Rudel,
el célebre piloto de «Stukas».
Autodidacta y lector empedernido
Hitler era autodidacta. Sus
conocimientos detallados acerca de diversos temas no los había
adquirido en forma sistemática o bajo dirección científica, dado
que además siempre tuvo una aversión contra las universidades y los
profesores universitarios, a los que despectivamente llamaba
"Profaxe". Repetidas veces expresó su aversión a las
ciencias establecidas.
Siguiendo a su mentor Dietrich Eckart,
Hitler alababa las enseñanzas esotéricas y ocultistas de autores
como Guido von List o Hanns Hörbiger, los que unían ciertas tesis
científicas con elementos míticos y místicos y que con frecuencia
también integraban ideas nacionalistas o racistas en sus obras.
Hitler poseía más de 16 000 libros
distribuidos en tres bibliotecas privadas ubicadas en Múnich, Berlín
y Berchtesgaden, de los que unos 12 000 se han conservado. Junto a
literatura militar práctica, como Heigls Taschenbuch der Tanks (El
compendio de tanques de Heigl), que representaba alrededor de la
mitad del inventario, Hitler leía a numerosos escritores
nacionalgermanos y antisemitas tales como Paul de Lagarde, Hans F. K.
Günther207 o Jörg Lanz von Liebenfels y documentaba su
comportamiento como lector con subrayados y notas al margen. Más de
un diez por ciento de los libros que se conservan estaban
representados por esotérica de derecha y ocultismo, por ejemplo
obras de Carl Ludwig Schleich, Maximilian Riedel o Ernst Schertel.
Hay poca ficción o bellas letras entre
las obras que se conservan. La afirmación de Hitler, de que en
prisión habría realizado estudios filosóficos con Immanuel Kant,
Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche, merece ponerse en duda por
la falta de estos filósofos entre lo que se conserva de la
biblioteca.
Solamente un tomo con escritos de
Johann Gottlieb Fichte, regalado por y con dedicatoria de Leni
Riefenstahl, se encuentra junto a dramas de Shakespeare, preferido
por Hitler antes de Goethe y Schiller. Le gustaba impresionar a sus
auditores con citas de Julio César y Hamlet.
Hitler era capaz de memorizar en forma
duradera informaciones esenciales fruto de sus lecturas, incluso
muchos detalles, intercalándolas a voluntad en sus discursos,
conversaciones o monólogos. Al hacerlo, generalmente evitaba indicar
la fuente, de manera que a los auditores con frecuencia les daba la
impresión de que se trataba de ideas originales del propio Hitler.
No dominaba ningún idioma extranjero
aparte de un francés rudimentario que había aprendido en la
enseñanza media de Linz, terminando sus estudios en el ramo al
tercer año con la nota de «insuficiente». Es de suponer que en
los años 1914–1918 haya tenido ocasión de refrescar en algo sus
conocimientos de francés en el frente occidental.
Como canciller, Hitler se informaba de
la prensa extranjera solamente por vía de su traductor jefe
Paul-Otto Schmidt. Aparte de Praga (1939), Varsovia (1939), París
(1940) y Roma, así como Viena y Berlín, Hitler personalmente no
conoció otras capitales europeas.
Dado que tenía mala vista, pero
rehusaba portar gafas por vanidad, los sirvientes debían distribuir
gafas para leer en todas las salas de la Cancillería, para que
Hitler tuviera rápidamente una a mano.
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