Si hay un tipo característico y bien representativo de las guerras napoleónicas es el húsar. Se trataba de un cuerpo creado bastante antes -a finales del siglo XV-, aunque alcanzó su máximo esplendor en ese período y en todos los sentidos.
Desde sus espectaculares uniformes a las hazañas de algún oficial especialmente famoso (aquí vimos, por ejemplo, las del inefable general Lasalle) pero, sobre todo, porque fue entonces cuando se asentó y difundió la imagen clásica de los húsares como redomados fanfarrones, bravucones y pendencieros. Y parte de la culpa de eso la tuvo uno llamado Denis Vasilievich Davydov.
Irónicamente Davydov no era de Hungría, el país donde nacieron los húsares, ni de Francia, el que los sublimó.
Era ruso, nacido en Moscú el 27 de julio de 1784 en el seno de una familia de aristócratas cuyos orígenes, al parecer, se remontaban hasta Gengis Khan.
Por tanto, tenían una gran tradición militar y, de hecho, su padre sirvió a las órdenes de Aleksandr Suvórov, uno de los generales más famosos de la historia de Rusia por no haber perdido jamás una batalla -y eso que el currículum era extenso, contra polacos, turcos y franceses- y por acuñar un afortunado lema guerrero: «Entrenar duro, luchar calmado».
La fidelidad a Suvórov supuso una adversidad a la larga, ya que al fallecer Catalina la Grande ese militar cayó en desgracia -era su protectora- y con él los Davydov. Suvórov fue despedido por el zar Pablo I (aunque más tarde se le restituyó temporalmente para combatir a los revolucionarios franceses en Italia) y la familia se vio sancionada económicamente, teniendo que vender sus propiedades e instalarse en una pequeña granja de Borodino.
Aún así, el joven Denis pudo ser enviado a ingresar en la Caballería de la Guardia Imperial Rusa mientras a su hermano se le destinaba al cuerpo diplomático.
A pesar de su escasa estatura consiguió ser cadete de un regimiento en 1801, ascendiendo a corneta al año siguiente y consiguiendo el despacho de teniente en 1803.
Para entonces ya era popular entre sus compañeros por varias razones: la primera, su carácter burlón y sarcástico, plasmado no pocas veces en hacer trampas durante las partidas de naipes y emitir feroces críticas contra todos, unos por corruptos, otros por cobardes, muchos por ser gente de orden. Dicen que Denis tenía cierto complejo por su talla y por su nariz, lo que podría haber incidido en ese personalidad provocadora.
La otra razón que le dio a conocer fue su afición a escribir, tanto en prosa como en poesía. Algunos versos dejaron constancia de cómo se enfrentó a esos complejos físicos con humor pero lo cierto es que su producción literaria es bastante variada y junto a esas chanzas escribía también cosas más serias, como el ensayo titulado Teoría de la guerra de guerrillas (algo que practicó con notorio éxito) o sus memorias mismas, Al servicio del zar contra Napoleón.
No hablaba sin saber: el 2 de diciembre de 1805 tuvo ocasión de participar en la batalla de Austerlitz, en la que fue herido varias veces, una de bala y las otras de sable y bayoneta, siendo capturado y recibiendo la visita del mismísimo Napoleón en el hospital de campaña donde se recuperaba.
También combatió en Eylau, donde ganó la Cruz de Vladimir y una espada de oro como recompensa a su heroica actuación al frente de los húsares rusos contra los lanceros galos. En 1808 le destinaron a Finlandia y al año siguiente combatió a los turcos en Moldavia. En todas esas acciones estuvo a las órdenes del audaz príncipe Piotr Bagration, inmortalizado por Tólstoi en Guerra y paz.
Es más, se cree que el propio Davydov aparece en esa novela, identificado con el personaje Vasily Denisov. Pese a todo, con Bagration tuvo sus más y sus menos. Algo paradójico teniendo en cuenta que fue el príncipe el que le nombró ayudante tras sustituir al mariscal Mikhaïl Kamenski en noviembre de 1806, tal como cuenta Pushkin en su novela La dama de picas.
El caso es que el sarcástico Davydov no pudo evitar componer unos versos en los que se choteaba de la nariz de su superior (era de dimensiones considerables) y a partir de ahí su relación no volvió a ser igual. Aquel húsar era incapaz de contenerse en sus atrevidas bromas y calambures, muy divertidas para el lector… siempre que el lector no fuera el burlado.
Claro que no siempre era así. Dicen los expertos que sus poemas reflejan un profundo sentimiento y son de gran vivacidad rítmica, amén de muy originales; el propio Pushkin le alababa considerándole su modelo literario mientras que otros autores aseguraban que él mismo se fabricó una imagen de húsar prototípica bajo la que, en realidad, subyacía una fina sensibilidad.
Y es que, junto a los soldados que compartían con él sus borracheras, sus visitas a burdeles, su derroche de temeridad en el frente, su exaltación de la camaradería y la sal gorda de su humor, los escritores románticos y los decembristas le apreciaban, valoraban y ensalzaban en términos estrictamente artísticos.
Ser vividor y hedonista no le impidió ascender en 1812 a teniente coronel de los Húsares de Ojtirka. El 21 de agosto la Grande Armée llegó a Borodino, el pueblo donde tenía su hogar su familia. Davydov le propuso a Bagration realizar una guerra de guerrillas y la idea fue aceptada.
Así se desarrollaron una serie de intrépidas acciones. Unas con éxito, como la captura de trescientos setenta prisioneros franceses por ciento treinta húsares rusos o las intercepciones continuas de columnas de bagaje enemigas; otras desafortunadas, como la emboscada sufrida a manos de campesinos locales, que les tomaron por soldados napoleónicos.
Sin embargo, el balance fue lo suficientemente positivo como para que Bagration decidiera continuar en esa línea toda la campaña y, una vez, los hombres de Davydov estuvieron a punto de capturar al Emperador en persona al sorprenderle en un traslado con una escolta mínima; al final Bonaparte pudo escapar pero ese episodio se difundió como la pólvora y consagró definitivamente al ruso como un héroe, hasta el punto de que hoy en día es considerado un arquetipo de guerrillero.
Luego, cuando los franceses se batieron en retirada, Davydov fue de los que llegaron a las puertas de París; allí cargando contra las defensas de la brigada de Jacquinot, le mataron cinco caballos y se ganó el ascenso a general.
Entonces ocurrió uno de esos capítulos que sólo un húsar podría protagonizar: recibió la orden de cambiar de cuerpo e incorporarse al de dragones. Terrible ultraje que le hizo indignarse y decidir presentar la dimisión. En el último momento optó por enviar una carta al zar expresando su enojo pero adoptando astutamente ese tono humorístico que tan bien se le daba.
Gracias a ello, se revocó la orden y pudo seguir exhibiendo su bigote rizado, su morrión de pelo y su pelliza con alamares. Aún le quedaban guerras por delante, como la librada contra los persas en 1827 y contra la insurrección polaca de 1831.
Falleció el 22 de abril de 1839, siendo enterrado en la localidad de Novodevichy, al sudoeste de Moscú, en un cementerio que acoge también las tumbas de otras afamadas personalidades de la historia de Rusia, como por ejemplo, los escritores Nicolás Gogol y Antón Chéjov, el político Viatcheslav Mikhaïlovitch Molotov, Nadezhda Serguéievna Allilúyeva (la segunda esposa de Stalin), los músicos Serge Prokofiev y Dimitri Shostákovich, el diplomático Andréi Gromyko, el violinista Mstislav Rostropovich, el ingeniero Andrei Tupolev y Raísa Gorbachova (la esposa de Gorbachov); también el cineasta Serge Bondartchouk, director de dos películas relacionadas con este tema como la coproducción Waterloo o una versión rusa de Guerra y paz.
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