A pesar de salir vencedora en la Gran Guerra, Inglaterra pasa por grandes dificultades económicas y sociales. La libra esterlina pierde un cuarto de su valor frente al dólar en 1920. En abril de 1925, Winston Churchill (1874-1965), por entonces canciller de la Hacienda del Reino Unido, es decir, ministro de Finanzas, restablece el patrón-oro mediante la Gold Standard Act, aunque Inglaterra debe renunciar al mismo en 1931. La crisis monetaria provoca una crisis económica y social. Entre 1920 y 1939, sigue habiendo, al menos, un millón de desempleados. Los mineros convocan una huelga en 1921 para protestar contra la reducción de los salarios, pero fracasan. Los sindicatos son poderosos; el número de afiliados se duplica durante la guerra y pasa de cuatro a ocho millones.
Entre estos, el de los mineros es particularmente activo; sin embargo, en 1921, el gobierno renuncia a su control sobre las minas y las compañías deciden reducir los salarios. Ante la falta de apoyo de los demás sindicatos de la federación de los Trade-Unions, el movimiento fracasa y los salarios, en efecto, acaban reduciéndose. En 1926, una huelga general paraliza el país durante una semana, ya que los empresarios quieren reducir la totalidad de los salarios, y la vuelta al patrón-oro ha encarecido las exportaciones británicas. La huelga general dura una semana y tiene lugar a finales de mayo de 1926. Únicamente los mineros persisten, aunque en vano, hasta octubre. El gobierno conservador, fortalecido gracias al apoyo de la población, reacciona con firmeza y los salarios se reducen. Los sindicatos se debilitan, sobre todo a causa de la medida que prohíbe las huelgas solidarias. La crisis de 1929, que va acompañada por un buen número de dificultades, obliga a una pausa social que dura hasta la Segunda Guerra Mundial.
Inestabilidad gubernamental
La vida política está dominada por el Partido Conservador, aunque el Partido Liberal desaparece para dejar paso al Labour Party, o Partido Laborista, que se convierte en la segunda fuerza política del país. El Partido Liberal, indispensable en toda coalición gubernamental, se ve afectado por dos corrientes: Lloyd George (1863-1945) y los liberales-nacionalistas desean una alianza con los conservadores, aunque la mayoría de los liberales quieren gobernar con los laboristas. Cuando la crisis se vuelve más grave, a partir de 1930, varios gabinetes de Unión Nacional asumirán el gobierno. Entre 1916 y 1922, Lloyd George dirige un Ministerio liberal-nacional en alianza con los conservadores. Después, estos últimos y los laboristas se alternan en el poder. Los conservadores, con Stanley Baldwin (1867-1947) como primer ministro, no se mantienen en el poder más que unos meses, de mayo de 1923 a enero de 1924. Pero los laboristas pierden las elecciones de octubre de 1924 y Baldwin vuelve a ser primer ministro por otros cuatro años, asistido por Winston Churchill como canciller de Hacienda. De 1929 a 1931, los laboristas están en el poder, pero Ramsay MacDonald (1866-1937) debe formar un gabinete de Unión Nacional para afrontar las dificultades que se derivan de la crisis de 1929. En el seno del Ministerio, el poder básico en realidad lo detentan Baldwin, con el título de «lord presidente del Consejo privado», y Neville Chamberlain (1869-1940), canciller de Hacienda. Por consiguiente, los ministros laboristas dejan el gobierno con bastante rapidez y MacDonald preside el ejecutivo hasta 1935. Los conservadores estarán en el poder hasta 1939.
La espina irlandesa
El Reino Unido debe también resolver la complicada cuestión irlandesa. En 1918, los diputados irlandeses no acuden a la Cámara de los Comunes en Londres y se quedan en Dublín, donde forman el Dail Eireann (Parlamento irlandés). Proclaman la República y eligen como presidente a Éamon de Valera (1882-1975), nacido en Estados Unidos, hijo de padre cubano y madre irlandesa. El conflicto estalla y dura hasta 1921, momento en que se firma un acuerdo con Inglaterra y un cuarto del noreste de la isla, poblado por anglosajones protestantes, permanece en el seno del Reino Unido de la Gran Bretaña, mientras el resto se convierte en el Estado Libre de Irlanda, con estatuto de dominio. De Valera es elegido presidente. Habrá que esperar hasta 1938 para que unos acuerdos bilaterales reconozcan la total independencia de la República de Irlanda (en irlandés, Eire).
El Imperio se resquebraja
La cuestión irlandesa no es la única preocupación de los gobiernos británicos que se suceden. El Imperio, que dominó el mundo en el siglo XIX, deja de ser la salida de las producciones manufacturadas. La India da la primera señal de alarma al cesar sus compras de tejidos, con lo que las importaciones de algodón disminuyen un 90 % a partir de 1919. Estados Unidos se implanta en mercados hasta ese momento inaccesibles, como el de América del Sur. La crisis de 1929 lleva a la creación de la Commonwealth en 1931, libre asociación económica entre Reino Unido y sus dominios, territorios autónomos, y también al establecimiento de una «preferencia imperial» en los acuerdos de la conferencia de Ottawa en 1932, sistema que favorece los intercambios en el seno de la Commonwealth, estableciendo impuestos para los países no miembros. La potencia económica británica comienza su largo declive. El problema político que supone la conquista de la independencia de las colonias permanece, sobre todo en lo que respecta a la «perla del Imperio», la India. Durante la guerra, obligada por su necesidad de capital humano y económico, la metrópolis le promete un gobierno independiente. La decepción al ver que la promesa se convierte en una simple autonomía local, sin alcance real, le traerá duras consecuencias en el futuro.
LA INGLATERRA DE CHURCHILL

En 1936, el reino se ve sacudido por una grave crisis dinástica. El rey Jorge V (1910-1936) muere el 20 de enero de 1936 y su hijo mayor se convierte en el rey Eduardo VIII (20 de enero de 1936 -11 de diciembre de 1936). Su coronación debería haber tenido lugar el 12 de mayo de 1937, pero la personalidad del futuro monarca, demagogo y autoritario, con cierta simpatía por el fascismo, le priva del apoyo de las élites políticas tradicionales. Pero el verdadero problema nace a principios del mes de diciembre de 1936, cuando la Iglesia anglicana, a través de uno de sus prelados, le reprocha su intención de contraer matrimonio con una norteamericana, Wallis Simpson (1896-1986), ya divorciada y a punto de divorciarse por segunda vez. El rey se enfrenta a una oposición general: el primer ministro Baldwin, la jerarquía de la Iglesia anglicana y los laboristas y su líder, Attlee, le reprochan que abandone a la población por una mujer y que sea incapaz de dar prioridad a sus deberes como futuro soberano. El problema también es religioso, ya que la Iglesia anglicana (el rey es su jefe supremo) no reconoce el divorcio.
Por todo ello, Eduardo VIII renuncia al trono el 11 de diciembre de 1936, abandona Inglaterra y se casa con Wallis Simpson. Su hermano pequeño, el duque de York, le sucede con el nombre de Jorge VI (1936-1952). En 1939 realiza una visita a Canadá y a Estados Unidos. La primera parte de su reinado se ve empañada por la Segunda Guerra Mundial. En 1940, Winston Churchill sustituirá al primer ministro Neville Chamberlain y ocupará el cargo durante todo el conflicto.
Un rey sin corona
Después de su abdicación, a Eduardo VIII (1894-1972) se le concede el título de duque de Windsor y disfruta de una importante dotación económica. Sin embargo, no puede quedarse en Inglaterra y viaja a Francia, donde, como acabamos de decir, contrae matrimonio con Wallis Simpson. Permanece alejado de los demás miembros de la familia real, pues se siente dolido por la negativa a darle el tratamiento de alteza real a su esposa. La Segunda Guerra Mundial tampoco sirve para mejorar su reputación; la pareja parece aceptar a las autoridades de ocupación y, de hecho, no duda en frecuentarlas, sin ocultar su simpatía por los regímenes fascistas, aunque no es posible afirmar abiertamente que el duque fuera nazi. La situación es tan incómoda que el duque es nombrado gobernador de las Bahamas, una solución diplomática dirigida a alejarlo de la escena del conflicto. Después de la guerra, el duque y la duquesa de Windsor serán vistos a menudo entre la alta sociedad. Vuelven a Inglaterra en 1965, son recibidos por una parte de la familia real y participan en algunas ceremonias privadas. El duque muere en 1972 y su esposa le sobrevive catorce años.
Winston Churchill, el Viejo León
Winston Churchill (1874-1965) nace el 30 de noviembre de 1874 en los baños del Palacio Blenheim. El joven, que padece un problema de elocución, se convierte en un político de primer orden y logra llevar al país a la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Miembro del Partido Conservador, es elegido diputado en 1900. No obstante, se vuelve hacia el Partido Liberal por razones económicas, sobre todo para defender el mantenimiento del libre comercio tradicional en Reino Unido desde la abolición de las Corn Laws, medidas proteccionistas sobre los cereales. Es varias veces ministro, ocupa el puesto de canciller de Hacienda en 1925 y supervisa la vuelta al patrón-oro. Desempeña un papel de primer orden durante la Primera Guerra Mundial, ya que, en calidad de lord del Almirantazgo, organiza en 1915 la expedición al estrecho de los Dardanelos. De regreso al Partido Conservador, demuestra una enorme e infrecuente lucidez para la época al oponerse a cualquier compromiso con la Alemania nazi. Nombrado primer ministro del gobierno de la Unión Nacional en mayo de 1940, su primer discurso sigue siendo célebre por una expresión conmovedora: «No tengo nada que ofrecer más que sangre, sudor y lágrimas». Permanece al mando del país durante toda la guerra y anima a la resistencia nacional frente a los bombardeos alemanes. En 1941, firma con Estados Unidos la Carta del Atlántico.
Sin embargo, pronto tiene dudas sobre la actitud de la Unión Soviética y en 1946 denuncia, en el célebre discurso de Fulton, el establecimiento del Telón de Acero que divide a Europa en dos. Sin embargo, pierde las elecciones de 1945, pues el país se encuentra ávido de reformas sociales que él no podría haber llevado a cabo. El laborista Clement Attlee (1883-1967) le sucede y permanece en el poder hasta 1951. Churchill vuelve a ser ministro de 1951 a 1955, pero su salud se resiente gravemente a partir de 1953. Desde 1955 hasta su muerte en 1965, se dedica a la pintura y a la redacción de sus memorias y de libros de historia.
Entre estos, el de los mineros es particularmente activo; sin embargo, en 1921, el gobierno renuncia a su control sobre las minas y las compañías deciden reducir los salarios. Ante la falta de apoyo de los demás sindicatos de la federación de los Trade-Unions, el movimiento fracasa y los salarios, en efecto, acaban reduciéndose. En 1926, una huelga general paraliza el país durante una semana, ya que los empresarios quieren reducir la totalidad de los salarios, y la vuelta al patrón-oro ha encarecido las exportaciones británicas. La huelga general dura una semana y tiene lugar a finales de mayo de 1926. Únicamente los mineros persisten, aunque en vano, hasta octubre. El gobierno conservador, fortalecido gracias al apoyo de la población, reacciona con firmeza y los salarios se reducen. Los sindicatos se debilitan, sobre todo a causa de la medida que prohíbe las huelgas solidarias. La crisis de 1929, que va acompañada por un buen número de dificultades, obliga a una pausa social que dura hasta la Segunda Guerra Mundial.
Inestabilidad gubernamental
La vida política está dominada por el Partido Conservador, aunque el Partido Liberal desaparece para dejar paso al Labour Party, o Partido Laborista, que se convierte en la segunda fuerza política del país. El Partido Liberal, indispensable en toda coalición gubernamental, se ve afectado por dos corrientes: Lloyd George (1863-1945) y los liberales-nacionalistas desean una alianza con los conservadores, aunque la mayoría de los liberales quieren gobernar con los laboristas. Cuando la crisis se vuelve más grave, a partir de 1930, varios gabinetes de Unión Nacional asumirán el gobierno. Entre 1916 y 1922, Lloyd George dirige un Ministerio liberal-nacional en alianza con los conservadores. Después, estos últimos y los laboristas se alternan en el poder. Los conservadores, con Stanley Baldwin (1867-1947) como primer ministro, no se mantienen en el poder más que unos meses, de mayo de 1923 a enero de 1924. Pero los laboristas pierden las elecciones de octubre de 1924 y Baldwin vuelve a ser primer ministro por otros cuatro años, asistido por Winston Churchill como canciller de Hacienda. De 1929 a 1931, los laboristas están en el poder, pero Ramsay MacDonald (1866-1937) debe formar un gabinete de Unión Nacional para afrontar las dificultades que se derivan de la crisis de 1929. En el seno del Ministerio, el poder básico en realidad lo detentan Baldwin, con el título de «lord presidente del Consejo privado», y Neville Chamberlain (1869-1940), canciller de Hacienda. Por consiguiente, los ministros laboristas dejan el gobierno con bastante rapidez y MacDonald preside el ejecutivo hasta 1935. Los conservadores estarán en el poder hasta 1939.
La espina irlandesa
El Reino Unido debe también resolver la complicada cuestión irlandesa. En 1918, los diputados irlandeses no acuden a la Cámara de los Comunes en Londres y se quedan en Dublín, donde forman el Dail Eireann (Parlamento irlandés). Proclaman la República y eligen como presidente a Éamon de Valera (1882-1975), nacido en Estados Unidos, hijo de padre cubano y madre irlandesa. El conflicto estalla y dura hasta 1921, momento en que se firma un acuerdo con Inglaterra y un cuarto del noreste de la isla, poblado por anglosajones protestantes, permanece en el seno del Reino Unido de la Gran Bretaña, mientras el resto se convierte en el Estado Libre de Irlanda, con estatuto de dominio. De Valera es elegido presidente. Habrá que esperar hasta 1938 para que unos acuerdos bilaterales reconozcan la total independencia de la República de Irlanda (en irlandés, Eire).
El Imperio se resquebraja
La cuestión irlandesa no es la única preocupación de los gobiernos británicos que se suceden. El Imperio, que dominó el mundo en el siglo XIX, deja de ser la salida de las producciones manufacturadas. La India da la primera señal de alarma al cesar sus compras de tejidos, con lo que las importaciones de algodón disminuyen un 90 % a partir de 1919. Estados Unidos se implanta en mercados hasta ese momento inaccesibles, como el de América del Sur. La crisis de 1929 lleva a la creación de la Commonwealth en 1931, libre asociación económica entre Reino Unido y sus dominios, territorios autónomos, y también al establecimiento de una «preferencia imperial» en los acuerdos de la conferencia de Ottawa en 1932, sistema que favorece los intercambios en el seno de la Commonwealth, estableciendo impuestos para los países no miembros. La potencia económica británica comienza su largo declive. El problema político que supone la conquista de la independencia de las colonias permanece, sobre todo en lo que respecta a la «perla del Imperio», la India. Durante la guerra, obligada por su necesidad de capital humano y económico, la metrópolis le promete un gobierno independiente. La decepción al ver que la promesa se convierte en una simple autonomía local, sin alcance real, le traerá duras consecuencias en el futuro.
LA INGLATERRA DE CHURCHILL
En 1936, el reino se ve sacudido por una grave crisis dinástica. El rey Jorge V (1910-1936) muere el 20 de enero de 1936 y su hijo mayor se convierte en el rey Eduardo VIII (20 de enero de 1936 -11 de diciembre de 1936). Su coronación debería haber tenido lugar el 12 de mayo de 1937, pero la personalidad del futuro monarca, demagogo y autoritario, con cierta simpatía por el fascismo, le priva del apoyo de las élites políticas tradicionales. Pero el verdadero problema nace a principios del mes de diciembre de 1936, cuando la Iglesia anglicana, a través de uno de sus prelados, le reprocha su intención de contraer matrimonio con una norteamericana, Wallis Simpson (1896-1986), ya divorciada y a punto de divorciarse por segunda vez. El rey se enfrenta a una oposición general: el primer ministro Baldwin, la jerarquía de la Iglesia anglicana y los laboristas y su líder, Attlee, le reprochan que abandone a la población por una mujer y que sea incapaz de dar prioridad a sus deberes como futuro soberano. El problema también es religioso, ya que la Iglesia anglicana (el rey es su jefe supremo) no reconoce el divorcio.
Por todo ello, Eduardo VIII renuncia al trono el 11 de diciembre de 1936, abandona Inglaterra y se casa con Wallis Simpson. Su hermano pequeño, el duque de York, le sucede con el nombre de Jorge VI (1936-1952). En 1939 realiza una visita a Canadá y a Estados Unidos. La primera parte de su reinado se ve empañada por la Segunda Guerra Mundial. En 1940, Winston Churchill sustituirá al primer ministro Neville Chamberlain y ocupará el cargo durante todo el conflicto.
Un rey sin corona
Después de su abdicación, a Eduardo VIII (1894-1972) se le concede el título de duque de Windsor y disfruta de una importante dotación económica. Sin embargo, no puede quedarse en Inglaterra y viaja a Francia, donde, como acabamos de decir, contrae matrimonio con Wallis Simpson. Permanece alejado de los demás miembros de la familia real, pues se siente dolido por la negativa a darle el tratamiento de alteza real a su esposa. La Segunda Guerra Mundial tampoco sirve para mejorar su reputación; la pareja parece aceptar a las autoridades de ocupación y, de hecho, no duda en frecuentarlas, sin ocultar su simpatía por los regímenes fascistas, aunque no es posible afirmar abiertamente que el duque fuera nazi. La situación es tan incómoda que el duque es nombrado gobernador de las Bahamas, una solución diplomática dirigida a alejarlo de la escena del conflicto. Después de la guerra, el duque y la duquesa de Windsor serán vistos a menudo entre la alta sociedad. Vuelven a Inglaterra en 1965, son recibidos por una parte de la familia real y participan en algunas ceremonias privadas. El duque muere en 1972 y su esposa le sobrevive catorce años.
Winston Churchill, el Viejo León
Winston Churchill (1874-1965) nace el 30 de noviembre de 1874 en los baños del Palacio Blenheim. El joven, que padece un problema de elocución, se convierte en un político de primer orden y logra llevar al país a la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Miembro del Partido Conservador, es elegido diputado en 1900. No obstante, se vuelve hacia el Partido Liberal por razones económicas, sobre todo para defender el mantenimiento del libre comercio tradicional en Reino Unido desde la abolición de las Corn Laws, medidas proteccionistas sobre los cereales. Es varias veces ministro, ocupa el puesto de canciller de Hacienda en 1925 y supervisa la vuelta al patrón-oro. Desempeña un papel de primer orden durante la Primera Guerra Mundial, ya que, en calidad de lord del Almirantazgo, organiza en 1915 la expedición al estrecho de los Dardanelos. De regreso al Partido Conservador, demuestra una enorme e infrecuente lucidez para la época al oponerse a cualquier compromiso con la Alemania nazi. Nombrado primer ministro del gobierno de la Unión Nacional en mayo de 1940, su primer discurso sigue siendo célebre por una expresión conmovedora: «No tengo nada que ofrecer más que sangre, sudor y lágrimas». Permanece al mando del país durante toda la guerra y anima a la resistencia nacional frente a los bombardeos alemanes. En 1941, firma con Estados Unidos la Carta del Atlántico.
Sin embargo, pronto tiene dudas sobre la actitud de la Unión Soviética y en 1946 denuncia, en el célebre discurso de Fulton, el establecimiento del Telón de Acero que divide a Europa en dos. Sin embargo, pierde las elecciones de 1945, pues el país se encuentra ávido de reformas sociales que él no podría haber llevado a cabo. El laborista Clement Attlee (1883-1967) le sucede y permanece en el poder hasta 1951. Churchill vuelve a ser ministro de 1951 a 1955, pero su salud se resiente gravemente a partir de 1953. Desde 1955 hasta su muerte en 1965, se dedica a la pintura y a la redacción de sus memorias y de libros de historia.
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