Cuando Mahoma muere en Medina en el año 632, no deja instrucciones para su sucesión, lo que causa el enfrentamiento entre los partidarios de la continuidad de la familia, los futuros chiítas, y los que prefieren una elección basada en el mérito. Abu Bakr (632-634), padre de Aisha, la esposa favorita del profeta, es elegido Khalifat Rasul-Allah, «sucesor y enviado de Dios», de donde se deriva el título de califa. Las conquistas del islam son rápidas y en dirección a Persia y Mesopotamia.
El segundo califa es Omar (634-644), que toma el título de Al-Amir muminin, «emir de los creyentes». Es él quien organiza Arabia como un estado teocrático. En 636, derrota al ejército bizantino en la batalla de Yarmuk y conquista Palestina y Siria (634-636), Persia (635 a 651) y Egipto (639-644). Damasco es recuperada por Khalid ibn al-Walid (584-642) en 635, y Omar conquista Jerusalén en 638. Los bizantinos son derrotados varias veces. Uthman (644-656), de la familia Quraish (Omeya), sucede a Omar y continúa la expansión del islam con la toma de Armenia y Trípoli (Líbano).
Uthman dota a su ejército de una flota que saldrá de Egipto; es el comienzo del poderío naval árabe en el Mediterráneo. Conquista Chipre y en 655 derrota a la flota bizantina, consiguiendo el control del Mediterráneo oriental. Pero Uthman se entrega a un nepotismo que irrita los gobernadores de Irak y Egipto. En 656, una «marcha» en Medina termina con su asesinato. Alí ibn Abu Talib (656-661), hijo y sobrino de Mahoma, se convierte en califa veinticuatro años después de que los chiíes manifestaran el deseo de que así fuera. Pero otros grupos lo rechazan e inician una revuelta. Alí los derrota en la batalla del camello (656), cerca de Basora. Traslada su capital a Kufa, en Irak. El gobernador de Siria, Muawiya (602-680), se niega a reconocer a Alí porque este no ha castigado a los asesinos de Uthman. Sus ejércitos se enfrentan en julio de 657 en la batalla de Siffin, pero Muawiya evita la derrota colocando Coranes en las lanzas de sus soldados. Los partidarios de Alí dejan de combatir y se celebra un arbitraje que resulta desfavorable a Alí. En enero de 661, es asesinado. Su hijo Hassan vende sus derechos de sucesión a Muawiya, que funda la dinastía Omeya (661-750, el primer califato hereditario del mundo islámico.

Los Omeyas de Damasco
Muawiya (661-680) elige Damasco como su capital. Debe restaurar la autoridad del califato y reorganizar la administración, al tiempo que retoma la guerra contra Bizancio para expandir el Dar al-Islam, el territorio musulmán, por medio de la conquista. El comienzo de la civilización de los Omeyas está estrechamente vinculado a la Antigüedad tardía. Se mantiene a los miembros de la administración, y el griego y el persa son los idiomas administrativos antes que el califa Abd al-Malik (685-705) imponga el árabe. Los funcionarios se mantienen en sus puestos aún después de la conquista, incluidos los coptos griegos. Juan de Damasco, o Juan Damasceno (h. 676-749), un prominente teólogo bizantino, se convierte así en el tesorero de los Omeyas.
El sitio de Bizancio fracasa en 667, pero conquista el norte de África y funda Kairouan. Los tres sucesores inmediatos de Muawiya reinan brevemente, ya que mueren a consecuencia de la peste. El hijo de un primo de Muawiya se convierte en el califa Abd al-Malik y ejerce un poder absoluto ampliando las conquistas. La ciudad de Cartago es tomada en 696. El hijo de al-Malik, al-Walid (705-715), conquista Transoxiana (Irán oriental) y Sind (norte de la India). En el año 711 cruzan el Estrecho, que desde entonces se convertirá en el Estrecho de Gibraltar (Jabal Tariq, o «monte de Tariq»).
En julio de 711, vence al rey Rodrigo (709-711) de los visigodos. En 714 conquista la Península Ibérica, a excepción de los pequeños reinos cristianos del extremo norte. Omar ibn al-Aziz (717-720) hace reformas importantes: las tierras de los musulmanes se convierten en propiedad común; son las tierras melk, y los nuevos conversos reciben los mismos privilegios que los demás musulmanes en materia tributaria. Yazid II (720-724) restaura el impuesto a la propiedad y establece un registro de propiedades en Egipto. Hicham (724-743) se enfrenta a problemas permanentes, en especial las revueltas bereberes del norte de África. A la crisis política se le suma una crisis financiera. En 750, los abasíes, descendientes de un tío de Mahoma, Abbas, famoso por su piedad, derrocan a los Omeyas, a los que acusa de impiedad. La familia Omeya es masacrada y solo uno de sus miembros escapa y se refugia en España, donde se establece el califato Omeya de España (756-1031).
Fundamentos del arte islámico
Durante la dinastía Omeya se definen las reglas fundamentales de la estética islámica, así como las principales características del arte arquitectónico. Su inspiración se alimenta de tradiciones artísticas autóctonas, bizantinas y sasánidas, pero es innovador sobre todo en el uso de los elementos. La escasez de fuentes escritas convierte a estos edificios en hitos del conocimiento, pues son el único medio para descubrir el siglo Omeya y sus particularidades. Uno de los nuevos aspectos es que, por primera vez, los monumentos se relacionan específicamente con el islam en las zonas conquistadas.
La arquitectura musulmana
La arquitectura se desarrolla sobre todo en el contexto urbano, pues la ciudad es un centro religioso, administrativo y político. El período Omeya da lugar a un gran número de monumentos, principalmente mezquitas y palacios. En cuanto a las ciudades, estas son «ciudades conquistadas», o amsar, nuevas ciudades (Shiraz) o ciudades antiguas reconstruidas (Damasco, Alepo o Jerusalén). El arte musulmán tiene su propia evolución en cada país conquistado, pero mantiene una serie de rasgos característicos comunes. Las mezquitas tienen una cúpula, símbolo del cielo; el iwan, o marca de una residencia real; el patio porticado frente a la mezquita; el mihrab, que indica la dirección de la oración; el minbar, o púlpito desde donde el imán dirige la oración, y el minarete, que es desde donde el muecín llama a la oración. La obra arquitectónica más antigua que se conserva es la Cúpula de la Roca (691), que toma la forma del martyrium clásico y que habría sido construida sobre el lugar en el que, según la leyenda, se encontraba el Templo de Salomón.
LOS LUGARES MÁS SAGRADOS DEL ISLAM: LA CÚPULA DE LA ROCA Y LA KAABA
• La Cúpula de la Roca es uno de los monumentos más emblemáticos de Jerusalén. Se trata de un edificio concebido para ser visto desde la distancia: se compone de volúmenes geométricos simples y presenta el mismo perfil desde cualquier ángulo. La gran presencia visual de esta construcción también se debe a su localización, pues se encuentra en una extensión inmensa, sobre la cumbre de una de las colinas de la ciudad, el Monte Moriah. La explanada se llama Haram al-Sharif, «noble santuario». En realidad, es el mismo lugar donde se levantaba el Templo de Jerusalén construido por Herodes en 15-17 a. C. y destruido por Tito en el año 70 d. C. Se trata de una construcción anular: un gran bloque irregular sobresale 1,5 metros por encima del nivel del edificio, y está rodeado por una cerca de madera basada en el modelo de cerca del siglo XII. Una arcada circular de 20,44 metros de diámetro alrededor de la roca, sostenida por cuatro pilares y doce columnas de pórfido, está rodeada por una doble girola, cada una separada de la otra por una arcada octogonal con ocho pilares pentagonales y dieciséis columnas cilíndricas. El contorno exterior del edificio consta de una pared delgada de piedra octogonal. Cuatro entradas se abren en los cuatro puntos cardinales.
• La Kaaba, que significa «cubo», era originalmente un simple santuario donde los beduinos colocaban a sus ídolos. Mide 11 por 13 metros, y tiene una altura de 13 metros. El monumento se dedica a Mahoma cuando conquista La Meca en 630. A pesar de sus muchas reconstrucciones, el aspecto actual de la Kaaba es el del siglo VII. Sus esquinas están orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. La esquina del Este, el punto más importante, acoge la Piedra Negra, piedra sagrada de origen preislámico. Una sola puerta en el lado noreste, a dos metros del suelo, da acceso a las escaleras de madera móviles que permiten la ceremonia de limpieza del interior del monumento. Podría decirse que la Kaaba representa la casa de Dios.
Después de la Cúpula de la Roca, el edificio más famoso es la Gran Mezquita de Damasco (705-715). Su gran patio de tres naves establece las bases de construcción de la mezquita árabe. Las galerías están decoradas con mosaicos inspirados en el paisaje y el arte de la Antigüedad tardía. Los castillos del desierto confirman el gusto de los príncipes por el lujo.
La Mezquita de Córdoba
Iniciada en 786, se amplía varias veces, en los siglos IX y X, antes de su última modificación en 988. Destaca su diseño interior: un bosque de columnas de tambores de piedra oscura coronadas por arcos de herradura, donde se alterna el ladrillo rojo y la piedra caliza blanca, a lo largo de más de 10.000 metros cuadrados. En España el material de construcción más habitual es el ladrillo y el bajareque. A mediados del siglo X, se construye cerca de Córdoba el palacio de Medina Azahara, que incluye una mezquita, jardines, viñedos y los edificios del harén rodeados por una muralla. También se han encontrado impresionantes esculturas de bulto redondo en bronce y caños de fuentes en las que el agua brota a través de la boca de animales figurativos con formas extremadamente geométricas.
Caligrafía y vegetales: el arte de la decoración
La decoración reúne todo lo conocido hasta entonces: mural, mosaico y trabajo en piedra o estuco. Es habitual cubrir las grandes superficies de las paredes con una abundante decoración en la que destaca la gran atención al detalle. Hay un sinfín de combinaciones de motivos geométricos y vegetales, ya que, aunque no se abandona por completo la imagen figurativa, se niega el diseño de un Dios antropomórfico. También se valora la caligrafía y tanto en el interior como en el exterior se desarrollan inscripciones coránicas. Los palacios, al igual que el urbanismo, reflejan el poder de los califas y su vocación de dominar el mundo siguiendo el espíritu de los grandes imperios del pasado. Los temas de la decoración afirman así la supremacía de este nuevo poder. Los mosaicos de la Cúpula de la Roca —sin representación humana— revelan un gran repertorio de motivos vegetales inspirados en los ornamentos sasánidas y bizantinos.
¿Un mundo sin la imagen de hombre?
Que el arte islámico es anicónico debido a prohibiciones coránicas es bastante discutible. Aparecen muy pocas alusiones al arte en el Corán, solo las obras llevadas a cabo con «el permiso de Alá» por los genios de Salomón. Pero más que a las imágenes, Mahoma culpa a sus autores, porque solo Dios, el Creador, puede dar vida. Las imágenes están casi siempre ausentes en la arquitectura religiosa, no así en la arquitectura civil y en los objetos artísticos, que, por ejemplo representan la figura del príncipe o escenas de banquetes y caza. A partir de finales del siglo IX, el repertorio decorativo incluye imágenes humanas de diferente tipo, dependiendo de los distintos lugares y momentos. Hasta el siglo XV, la cara del príncipe se idealiza hasta convertirse posteriormente, ya con la influencia de Europa, en un verdadero retrato. Pero las escenas no solo se limitan a la vida del príncipe, sino que, además, representan la vida en el campo, la vida nómada o la religiosa. Asimismo, la ilustración de obras literarias otorga un papel fundamental a la representación figurativa, adornando fábulas, obras históricas o novelas románticas. En Qasr al-Hayr al-Gharbi, un castillo del desierto de los príncipes Omeyas, cerca de Palmira, se han hallado composiciones a ras de suelo, de 12 metros de largo por 4 de ancho, que representan a la diosa Gea siguiendo una clara inspiración grecorromana.
El segundo califa es Omar (634-644), que toma el título de Al-Amir muminin, «emir de los creyentes». Es él quien organiza Arabia como un estado teocrático. En 636, derrota al ejército bizantino en la batalla de Yarmuk y conquista Palestina y Siria (634-636), Persia (635 a 651) y Egipto (639-644). Damasco es recuperada por Khalid ibn al-Walid (584-642) en 635, y Omar conquista Jerusalén en 638. Los bizantinos son derrotados varias veces. Uthman (644-656), de la familia Quraish (Omeya), sucede a Omar y continúa la expansión del islam con la toma de Armenia y Trípoli (Líbano).
Uthman dota a su ejército de una flota que saldrá de Egipto; es el comienzo del poderío naval árabe en el Mediterráneo. Conquista Chipre y en 655 derrota a la flota bizantina, consiguiendo el control del Mediterráneo oriental. Pero Uthman se entrega a un nepotismo que irrita los gobernadores de Irak y Egipto. En 656, una «marcha» en Medina termina con su asesinato. Alí ibn Abu Talib (656-661), hijo y sobrino de Mahoma, se convierte en califa veinticuatro años después de que los chiíes manifestaran el deseo de que así fuera. Pero otros grupos lo rechazan e inician una revuelta. Alí los derrota en la batalla del camello (656), cerca de Basora. Traslada su capital a Kufa, en Irak. El gobernador de Siria, Muawiya (602-680), se niega a reconocer a Alí porque este no ha castigado a los asesinos de Uthman. Sus ejércitos se enfrentan en julio de 657 en la batalla de Siffin, pero Muawiya evita la derrota colocando Coranes en las lanzas de sus soldados. Los partidarios de Alí dejan de combatir y se celebra un arbitraje que resulta desfavorable a Alí. En enero de 661, es asesinado. Su hijo Hassan vende sus derechos de sucesión a Muawiya, que funda la dinastía Omeya (661-750, el primer califato hereditario del mundo islámico.
Los Omeyas de Damasco
Muawiya (661-680) elige Damasco como su capital. Debe restaurar la autoridad del califato y reorganizar la administración, al tiempo que retoma la guerra contra Bizancio para expandir el Dar al-Islam, el territorio musulmán, por medio de la conquista. El comienzo de la civilización de los Omeyas está estrechamente vinculado a la Antigüedad tardía. Se mantiene a los miembros de la administración, y el griego y el persa son los idiomas administrativos antes que el califa Abd al-Malik (685-705) imponga el árabe. Los funcionarios se mantienen en sus puestos aún después de la conquista, incluidos los coptos griegos. Juan de Damasco, o Juan Damasceno (h. 676-749), un prominente teólogo bizantino, se convierte así en el tesorero de los Omeyas.
El sitio de Bizancio fracasa en 667, pero conquista el norte de África y funda Kairouan. Los tres sucesores inmediatos de Muawiya reinan brevemente, ya que mueren a consecuencia de la peste. El hijo de un primo de Muawiya se convierte en el califa Abd al-Malik y ejerce un poder absoluto ampliando las conquistas. La ciudad de Cartago es tomada en 696. El hijo de al-Malik, al-Walid (705-715), conquista Transoxiana (Irán oriental) y Sind (norte de la India). En el año 711 cruzan el Estrecho, que desde entonces se convertirá en el Estrecho de Gibraltar (Jabal Tariq, o «monte de Tariq»).
En julio de 711, vence al rey Rodrigo (709-711) de los visigodos. En 714 conquista la Península Ibérica, a excepción de los pequeños reinos cristianos del extremo norte. Omar ibn al-Aziz (717-720) hace reformas importantes: las tierras de los musulmanes se convierten en propiedad común; son las tierras melk, y los nuevos conversos reciben los mismos privilegios que los demás musulmanes en materia tributaria. Yazid II (720-724) restaura el impuesto a la propiedad y establece un registro de propiedades en Egipto. Hicham (724-743) se enfrenta a problemas permanentes, en especial las revueltas bereberes del norte de África. A la crisis política se le suma una crisis financiera. En 750, los abasíes, descendientes de un tío de Mahoma, Abbas, famoso por su piedad, derrocan a los Omeyas, a los que acusa de impiedad. La familia Omeya es masacrada y solo uno de sus miembros escapa y se refugia en España, donde se establece el califato Omeya de España (756-1031).
Fundamentos del arte islámico
Durante la dinastía Omeya se definen las reglas fundamentales de la estética islámica, así como las principales características del arte arquitectónico. Su inspiración se alimenta de tradiciones artísticas autóctonas, bizantinas y sasánidas, pero es innovador sobre todo en el uso de los elementos. La escasez de fuentes escritas convierte a estos edificios en hitos del conocimiento, pues son el único medio para descubrir el siglo Omeya y sus particularidades. Uno de los nuevos aspectos es que, por primera vez, los monumentos se relacionan específicamente con el islam en las zonas conquistadas.
La arquitectura musulmana
La arquitectura se desarrolla sobre todo en el contexto urbano, pues la ciudad es un centro religioso, administrativo y político. El período Omeya da lugar a un gran número de monumentos, principalmente mezquitas y palacios. En cuanto a las ciudades, estas son «ciudades conquistadas», o amsar, nuevas ciudades (Shiraz) o ciudades antiguas reconstruidas (Damasco, Alepo o Jerusalén). El arte musulmán tiene su propia evolución en cada país conquistado, pero mantiene una serie de rasgos característicos comunes. Las mezquitas tienen una cúpula, símbolo del cielo; el iwan, o marca de una residencia real; el patio porticado frente a la mezquita; el mihrab, que indica la dirección de la oración; el minbar, o púlpito desde donde el imán dirige la oración, y el minarete, que es desde donde el muecín llama a la oración. La obra arquitectónica más antigua que se conserva es la Cúpula de la Roca (691), que toma la forma del martyrium clásico y que habría sido construida sobre el lugar en el que, según la leyenda, se encontraba el Templo de Salomón.
LOS LUGARES MÁS SAGRADOS DEL ISLAM: LA CÚPULA DE LA ROCA Y LA KAABA
Después de la Cúpula de la Roca, el edificio más famoso es la Gran Mezquita de Damasco (705-715). Su gran patio de tres naves establece las bases de construcción de la mezquita árabe. Las galerías están decoradas con mosaicos inspirados en el paisaje y el arte de la Antigüedad tardía. Los castillos del desierto confirman el gusto de los príncipes por el lujo.
La Mezquita de Córdoba
Iniciada en 786, se amplía varias veces, en los siglos IX y X, antes de su última modificación en 988. Destaca su diseño interior: un bosque de columnas de tambores de piedra oscura coronadas por arcos de herradura, donde se alterna el ladrillo rojo y la piedra caliza blanca, a lo largo de más de 10.000 metros cuadrados. En España el material de construcción más habitual es el ladrillo y el bajareque. A mediados del siglo X, se construye cerca de Córdoba el palacio de Medina Azahara, que incluye una mezquita, jardines, viñedos y los edificios del harén rodeados por una muralla. También se han encontrado impresionantes esculturas de bulto redondo en bronce y caños de fuentes en las que el agua brota a través de la boca de animales figurativos con formas extremadamente geométricas.
Caligrafía y vegetales: el arte de la decoración
La decoración reúne todo lo conocido hasta entonces: mural, mosaico y trabajo en piedra o estuco. Es habitual cubrir las grandes superficies de las paredes con una abundante decoración en la que destaca la gran atención al detalle. Hay un sinfín de combinaciones de motivos geométricos y vegetales, ya que, aunque no se abandona por completo la imagen figurativa, se niega el diseño de un Dios antropomórfico. También se valora la caligrafía y tanto en el interior como en el exterior se desarrollan inscripciones coránicas. Los palacios, al igual que el urbanismo, reflejan el poder de los califas y su vocación de dominar el mundo siguiendo el espíritu de los grandes imperios del pasado. Los temas de la decoración afirman así la supremacía de este nuevo poder. Los mosaicos de la Cúpula de la Roca —sin representación humana— revelan un gran repertorio de motivos vegetales inspirados en los ornamentos sasánidas y bizantinos.
¿Un mundo sin la imagen de hombre?
Que el arte islámico es anicónico debido a prohibiciones coránicas es bastante discutible. Aparecen muy pocas alusiones al arte en el Corán, solo las obras llevadas a cabo con «el permiso de Alá» por los genios de Salomón. Pero más que a las imágenes, Mahoma culpa a sus autores, porque solo Dios, el Creador, puede dar vida. Las imágenes están casi siempre ausentes en la arquitectura religiosa, no así en la arquitectura civil y en los objetos artísticos, que, por ejemplo representan la figura del príncipe o escenas de banquetes y caza. A partir de finales del siglo IX, el repertorio decorativo incluye imágenes humanas de diferente tipo, dependiendo de los distintos lugares y momentos. Hasta el siglo XV, la cara del príncipe se idealiza hasta convertirse posteriormente, ya con la influencia de Europa, en un verdadero retrato. Pero las escenas no solo se limitan a la vida del príncipe, sino que, además, representan la vida en el campo, la vida nómada o la religiosa. Asimismo, la ilustración de obras literarias otorga un papel fundamental a la representación figurativa, adornando fábulas, obras históricas o novelas románticas. En Qasr al-Hayr al-Gharbi, un castillo del desierto de los príncipes Omeyas, cerca de Palmira, se han hallado composiciones a ras de suelo, de 12 metros de largo por 4 de ancho, que representan a la diosa Gea siguiendo una clara inspiración grecorromana.
Comentarios
Publicar un comentario