Días atrás contábamos en un artículo el viaje del navegante cartaginés Himilcón por el Atlántico, rodeando la Península Ibérica, recorriendo la costa francesa y alcanzado las Islas Británicas, probablemente para comerciar con estaño.
Sin embargo, el periplo más famoso del que tenemos noticia siguiendo esa misma ruta es el que protagonizó más tarde el focense Piteas, llegando bastante más lejos que su predecesor y haciendo importantes descubrimientos geográficos y científicos; además escribió un relato -hoy perdido- de su odisea.
Esa narración la conocemos gracias a los extractos de obras posteriores de otros autores, caso de Estrabón o Diodoro de Sicilia, que a su vez los tomaron de otros intermedios.
El sabio Gémino de Rodas es quien aporta el presunto título original de la obra de Piteas, que sería algo así como Sobre el océano (o En el océano u Océano a secas), aunque Apolonio de Rodas lo cambia por Viaje alrededor de la Tierra.
En el siglo XIX se difundió la hipótesis de que en realidad Piteas contaba dos viajes en un único relato, uno a Gran Bretaña y otro a la Europa nororiental; no es lo aceptado actualmente.
Como cabía esperar, los datos biográficos sobre Piteas no son claros. Se cree que nació hacia el año 350 a.C en Massalia (actual Marsella), una colonia griega, pero todo lo que le rodea es incierto y controvertido, pues los eruditos clásicos polemizaron sobre la verosimilitud de lo que luego contó.
Plinio el Viejo dice que el historiador griego Timeo de Tauromenio, autor de una crónica de los griegos del Mediterráneo occidental, sí creía en su relato.
En cambio, Dicearco de Mesina (un geógrafo que había sido alumno del Liceo aristotélico ateniense) era más bien escéptico y Estrabón, junto con Polibio y Artemidoro, le acusaban de haberse inventado el viaje aduciendo que nunca podría haberlos financiado -obviando que los comerciantes focenses pudieron hacerlo y ponerle al mando- y que abundan las inexactitudes en su relato, cosa lógica por otra parte debido a que a menudo parten de posiciones distintas.
Las opiniones de Timeo y Dicerarco resultan interesantes por ser ambos contemporáneos de Piteas y proporcionar así una pista sobre la fecha exacta del viaje, que se dataría entre los años 330 y 300 a.C.
Tampoco están claras las circunstancias que lo impulsaron, teniendo en cuenta el contexto: en aquellos tiempos el Mediterráneo occidental estaba dominado por Cartago, que en el siglo VI a.C. había firmado con Roma un acuerdo para repartirse zonas de influencia y lo renovaría precisamente en el año 348 a.C.
Según Polibio, para entonces los cartagineses habían ocupado parte de Sicilia y Cerdeña, hasta entonces posesiones griegas, y por tanto el control sobre el Estrecho de Gibraltar.
Ello hace deducir que los massaliotas mantenían buena relación con ellos -probablemente merced a un tratado unilateral- o nunca hubiera podido salir al Atlántico. Otras teorías menos probables sugieren que quizá Piteas cruzó el estrecho de noche o aprovechando un temporal; incluso hubo, sobre todo en el siglo XIX, quien propuso que había zarpado de la desembocadura de algún río norteño de la Galia (¿Loira, Garona?).
En cualquier caso, el pequeño barco de Piteas, que combinaba impulso a vela con remos, logró salir al océano y navegar hacia el norte, tocando tierra en varios sitios de la Galia. Se sabe que algunos, como lo que hoy es el Mont Saint-Michel, eran centros productores de estaño, lo que puede ser una pista sobre el objetivo del periplo.
Lo refrenda el que después saltara a Pretanniká Nesiá, o sea Britania, nombre que dio por primera vez a aquella gran isla que también tenía sitios ricos en ese mineral como Cornualles.
No está claro si Piteas circunnavegó Britania o sólo calculó el perímetro insular (cuarenta mil estadios, teniendo en cuenta que Heródoto establece la equivalencia aproximada de un estadio en casi dos mil metros), cálculo que Estrabón criticó aunque Diodoro de Sicilia da una cifra similar (acaso tomada del propio Piteas); de todas formas, al haberse perdido el relato del focense, sólo hay datos a partir de las reseñas posteriores y eso siempre es inexacto.
Sí parece que no se limitó a recorrer la costa por mar y exploró tierra adentro, describiéndola como fría y sujeta a heladas, e interactuando con sus habitantes, a los que califica de sencillos pero divididos en muchos reinos y añade que combaten en carros.
Piteas divide Britania en tres coordenadas: Kantion (seguramente el extremo sureste), Belerion (el suroeste) y Orkas (el archipiélago de las Orcadas, al norte de Escocia).
De ellos le interesó especialmente Belerion porque allí se ubica Cornualles, importante centro extractor y comercializador de estaño y cuyos pobladores son descritos como más civilizados, probablemente a causa de su trato mercantil con los visitantes extranjeros.
Estrabón tampoco cree que Piteas llegara al Ártico, tal como cita Polibio, y cree que sólo era el norte británico; puede que las Islas Shetland o las Hébridas, teniendo en cuenta que dice que estaba a seis días de navegación desde la zona septentrional de Britania; puede que fuera Trondheim (Noruega), más o menos en la misma latitud.
Esto hace sospechar que en realidad no circunnavegó Gran Bretaña sino que luego tomó dirección sureste, bien es cierto que hay otras candidaturas para aquella misteriosa isla: ¿las Feroe? ¿Islandia?
A favor de esta última está su alusión al «fuego siempre brillante», que algunos interpretan como el sol de medianoche y otros como los volcanes que tanto abundan allí. No falta quien añade Groenlandia a la lista. Sea cual sea la verdad, el nombre con que queda nombrado el lugar es Thule.
De Thule, estuviera donde estuviera, cuenta cómo eran sus habitantes: agricultores que recolectaban hierbas, frutas y raíces, almacenaban grano y bebían hidromiel (todo lo cual eliminaría a Islandia de la lista, dado que el registro arqueológico nos indica que estuvo desierta hasta el siglo IX).
También señala que en el barco se cruzaron con témpanos de hielo y vieron que la costa dejaba de ser tal para convertirse en una mezcla de tierra, agua y aire (en referencia a la niebla) que denomina pleumón thalattios o pulmón marino, el mismo término que los griegos usaban para referirse a las medusas, por la similitud de los bloques helados flotantes con éstas.
Llegó entonces a las aguas de Escitia, que hoy se cree más bien que era el Mar Báltico a la altura de Alemania y Dinamarca porque desembarcó y conoció a los gutones, un pueblo germánico que hoy llamamos godo.
Al parecer, el interés del griego allí era obtener ámbar de las islas de Heligoland, Zelanda y alrededores, sitios históricamente ricos en ese producto.
El increíble viaje continuó en dirección oriental hasta la desembocadura del Vístula, comerciando con los aesti de la actual Estonia y alcanzando el río Don.
Como decíamos antes, algunos autores decimonónicos opinaban que Piteas habría regresado a Massalia tras visitar Gran Bretaña y esta travesía báltica correspondería más bien a un segundo periplo; de nuevo no hay certezas.
El caso es que aquella fantástica odisea duró un año en total y recorrió más de doce mil kilómetros, un trayecto comparable al del primer viaje de Colón.
Durante ese tiempo, Piteas recopiló y nos dejó una valiosísima información científica: descubrió el carácter peninsular de Iberia y fue el primero en llamarla Hispania, calculó con bastante precisión la ubicación del Polo Norte así como la latitud de Massalia con un mínimo error centesimal, dejando indicadores para que más tarde se trazaran los paralelos; también acertó al establecer la relación de las fases de la luna con las mareas, fue testigo por primera vez para un meridional del sol de medianoche y de las auroras boreales, y los datos geográficos reunidos sobre el norte de Europa estuvieron vigentes durante muchos siglos en autores como Eratóstenes, Hiparco o Posidonio, entre otros.
Sin embargo, el periplo más famoso del que tenemos noticia siguiendo esa misma ruta es el que protagonizó más tarde el focense Piteas, llegando bastante más lejos que su predecesor y haciendo importantes descubrimientos geográficos y científicos; además escribió un relato -hoy perdido- de su odisea.
Esa narración la conocemos gracias a los extractos de obras posteriores de otros autores, caso de Estrabón o Diodoro de Sicilia, que a su vez los tomaron de otros intermedios.
El sabio Gémino de Rodas es quien aporta el presunto título original de la obra de Piteas, que sería algo así como Sobre el océano (o En el océano u Océano a secas), aunque Apolonio de Rodas lo cambia por Viaje alrededor de la Tierra.
En el siglo XIX se difundió la hipótesis de que en realidad Piteas contaba dos viajes en un único relato, uno a Gran Bretaña y otro a la Europa nororiental; no es lo aceptado actualmente.
Como cabía esperar, los datos biográficos sobre Piteas no son claros. Se cree que nació hacia el año 350 a.C en Massalia (actual Marsella), una colonia griega, pero todo lo que le rodea es incierto y controvertido, pues los eruditos clásicos polemizaron sobre la verosimilitud de lo que luego contó.
Plinio el Viejo dice que el historiador griego Timeo de Tauromenio, autor de una crónica de los griegos del Mediterráneo occidental, sí creía en su relato.
En cambio, Dicearco de Mesina (un geógrafo que había sido alumno del Liceo aristotélico ateniense) era más bien escéptico y Estrabón, junto con Polibio y Artemidoro, le acusaban de haberse inventado el viaje aduciendo que nunca podría haberlos financiado -obviando que los comerciantes focenses pudieron hacerlo y ponerle al mando- y que abundan las inexactitudes en su relato, cosa lógica por otra parte debido a que a menudo parten de posiciones distintas.
Las opiniones de Timeo y Dicerarco resultan interesantes por ser ambos contemporáneos de Piteas y proporcionar así una pista sobre la fecha exacta del viaje, que se dataría entre los años 330 y 300 a.C.
Tampoco están claras las circunstancias que lo impulsaron, teniendo en cuenta el contexto: en aquellos tiempos el Mediterráneo occidental estaba dominado por Cartago, que en el siglo VI a.C. había firmado con Roma un acuerdo para repartirse zonas de influencia y lo renovaría precisamente en el año 348 a.C.
Según Polibio, para entonces los cartagineses habían ocupado parte de Sicilia y Cerdeña, hasta entonces posesiones griegas, y por tanto el control sobre el Estrecho de Gibraltar.
Ello hace deducir que los massaliotas mantenían buena relación con ellos -probablemente merced a un tratado unilateral- o nunca hubiera podido salir al Atlántico. Otras teorías menos probables sugieren que quizá Piteas cruzó el estrecho de noche o aprovechando un temporal; incluso hubo, sobre todo en el siglo XIX, quien propuso que había zarpado de la desembocadura de algún río norteño de la Galia (¿Loira, Garona?).
En cualquier caso, el pequeño barco de Piteas, que combinaba impulso a vela con remos, logró salir al océano y navegar hacia el norte, tocando tierra en varios sitios de la Galia. Se sabe que algunos, como lo que hoy es el Mont Saint-Michel, eran centros productores de estaño, lo que puede ser una pista sobre el objetivo del periplo.
Lo refrenda el que después saltara a Pretanniká Nesiá, o sea Britania, nombre que dio por primera vez a aquella gran isla que también tenía sitios ricos en ese mineral como Cornualles.
No está claro si Piteas circunnavegó Britania o sólo calculó el perímetro insular (cuarenta mil estadios, teniendo en cuenta que Heródoto establece la equivalencia aproximada de un estadio en casi dos mil metros), cálculo que Estrabón criticó aunque Diodoro de Sicilia da una cifra similar (acaso tomada del propio Piteas); de todas formas, al haberse perdido el relato del focense, sólo hay datos a partir de las reseñas posteriores y eso siempre es inexacto.
Sí parece que no se limitó a recorrer la costa por mar y exploró tierra adentro, describiéndola como fría y sujeta a heladas, e interactuando con sus habitantes, a los que califica de sencillos pero divididos en muchos reinos y añade que combaten en carros.
Piteas divide Britania en tres coordenadas: Kantion (seguramente el extremo sureste), Belerion (el suroeste) y Orkas (el archipiélago de las Orcadas, al norte de Escocia).
De ellos le interesó especialmente Belerion porque allí se ubica Cornualles, importante centro extractor y comercializador de estaño y cuyos pobladores son descritos como más civilizados, probablemente a causa de su trato mercantil con los visitantes extranjeros.
Estrabón tampoco cree que Piteas llegara al Ártico, tal como cita Polibio, y cree que sólo era el norte británico; puede que las Islas Shetland o las Hébridas, teniendo en cuenta que dice que estaba a seis días de navegación desde la zona septentrional de Britania; puede que fuera Trondheim (Noruega), más o menos en la misma latitud.
Esto hace sospechar que en realidad no circunnavegó Gran Bretaña sino que luego tomó dirección sureste, bien es cierto que hay otras candidaturas para aquella misteriosa isla: ¿las Feroe? ¿Islandia?
A favor de esta última está su alusión al «fuego siempre brillante», que algunos interpretan como el sol de medianoche y otros como los volcanes que tanto abundan allí. No falta quien añade Groenlandia a la lista. Sea cual sea la verdad, el nombre con que queda nombrado el lugar es Thule.
De Thule, estuviera donde estuviera, cuenta cómo eran sus habitantes: agricultores que recolectaban hierbas, frutas y raíces, almacenaban grano y bebían hidromiel (todo lo cual eliminaría a Islandia de la lista, dado que el registro arqueológico nos indica que estuvo desierta hasta el siglo IX).
También señala que en el barco se cruzaron con témpanos de hielo y vieron que la costa dejaba de ser tal para convertirse en una mezcla de tierra, agua y aire (en referencia a la niebla) que denomina pleumón thalattios o pulmón marino, el mismo término que los griegos usaban para referirse a las medusas, por la similitud de los bloques helados flotantes con éstas.
Llegó entonces a las aguas de Escitia, que hoy se cree más bien que era el Mar Báltico a la altura de Alemania y Dinamarca porque desembarcó y conoció a los gutones, un pueblo germánico que hoy llamamos godo.
Al parecer, el interés del griego allí era obtener ámbar de las islas de Heligoland, Zelanda y alrededores, sitios históricamente ricos en ese producto.
El increíble viaje continuó en dirección oriental hasta la desembocadura del Vístula, comerciando con los aesti de la actual Estonia y alcanzando el río Don.
Como decíamos antes, algunos autores decimonónicos opinaban que Piteas habría regresado a Massalia tras visitar Gran Bretaña y esta travesía báltica correspondería más bien a un segundo periplo; de nuevo no hay certezas.
El caso es que aquella fantástica odisea duró un año en total y recorrió más de doce mil kilómetros, un trayecto comparable al del primer viaje de Colón.
Durante ese tiempo, Piteas recopiló y nos dejó una valiosísima información científica: descubrió el carácter peninsular de Iberia y fue el primero en llamarla Hispania, calculó con bastante precisión la ubicación del Polo Norte así como la latitud de Massalia con un mínimo error centesimal, dejando indicadores para que más tarde se trazaran los paralelos; también acertó al establecer la relación de las fases de la luna con las mareas, fue testigo por primera vez para un meridional del sol de medianoche y de las auroras boreales, y los datos geográficos reunidos sobre el norte de Europa estuvieron vigentes durante muchos siglos en autores como Eratóstenes, Hiparco o Posidonio, entre otros.
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